Anel Tavacovich y lo que nunca olvidaré

Por Beatrizbeneitez
Beatriz Benéitez. Santander
En el año 1996 conocí a Marisol Dobarganes, alma máter y factotum de la ONG Cantabria por Bosnia, y la persona más buena que conozco. De su mano fui a Bosnia Herzegovina en varias ocasiones para ejecutar proyectos de ayuda humanitaria. Bueno, de su mano y de la de las Fuerzas Armadas Españolas (las experiencias de viajar en Hércules y aterrizar en la base militar de Mostar Aeropuerto son para recordar). Allí pude ver un país desolado por la guerra, los viejos odios que por desgracia aún no han desaparecido, la escasez y la miseria. Y la lucha diaria de su gente por sobrevivir.La labor que los soldados españoles hacían en la Ex-Yugoslavia era sencillamente impresionante. Y así lo veían los habitantes de las ciudades en las que trabajaban, porque allá donde íbamos, no recibían más que muestras de cariño. Una vez, salíamos de un colegio en Lubinje, donde habíamos equipado una biblioteca y un centro de ocio, y encima del capó del BMR en el que nos trasladábamos alguien había colocado unas flores.
De todas las cosas que viví en aquellos viajes hubo una que, salvo que pierda del todo la memoria, no se me olvidará jamás. Habíamos conseguido fondos para pagar la operación de un niño a vida o muerte. El modus operandi era siempre el mismo: ingresábamos los fondos en una cuenta del Ejército, nuestra contraparte allí, y ellos se encargaban de pagar el servicio o producto final. Nunca el dinero lo recibían los beneficiarios, porque las deudas, las necesidades y las mafias quizá hubieran provocado que los fondos no llegaran a su destino. En esta ocasión, Anel Tavacovich había sido operado en el Hospital de Sarajevo, y los efectivos españoles le habían acompañado junto a sus padres, comprobado que todo estaba bien y pagado al hospital. Pocos meses después hicimos un nuevo viaje y les vivistamos en su casa. Nos acompañaban el comandante Javier Aguado, el sargento Paco Ortega y Tania, una intérprete nacional. Su padre nos ofreció un vasito de zumo de manzana. Dijo la intérprete, "os dan todo lo que tienen". Charlamos con ellos, hablamos de la recuperación de Anel y el señor Tacacovich pidió a Tania que tradujera lo siguiente: "Quiero decirles que nunca jamás pensé que personas de otro país a las que ni siquiera conocía vendrían a salvar la vida de mi hijo pequeño. En mi cultura -son musulmanes- somos agradecidos, y tenemos memoria. No tengo nada que ofrecerles, más que lo que ven -una casita diminuta con los bienes justos para vivir- pero, si alguna vez la necesitan, mi sangre y la de mi familia estará siempre a su disposición". ¿Os imagináis una persona que ofrece su sangre porque no tiene absolutamente nada más? Bueno, sí que tiene: dignidad, honor y un hijo llamado Anel al que ve crecer cada día.