Ángel Caído

Por Martindealva

El viaje se hacía eterno por las carreteras que me adentraban en esta nueva aventura, embarcando ajeno a todo lo que mi conciencia me decía… Absorto en las frías gotas de lluvia que rompían el parabrisas en este extraño y cálido día de invierno, conduzco con rumbo fijo hacia el lugar únicamente conocido por dos Almas dispuestas a encontrarse. París quedaba lejos, pero preferí viajar en coche para meditar antes que estar pendiente de horarios de vuelos y de relojes impuntuales de salidas y llegadas.

El cansancio hizo mella en mí, y ahuequé el camastro una vez hice el registro. Mis ojos, perdidos en la incertidumbre deseaban dormir,… mi mente, inquieta, sólo ansiaba despertar,… y pensaba nada más allá de mi imaginación, en el nervio que recorría mis venas mezclado con mi propia sangre. Las agujas del reloj seguían su camino sin importar que no quedara tiempo para pensar ni meditar… no importa, la decisión ya se había tomado, sólo debía dejarme llevar aquella noche y sencillamente, disfrutar de cada instante que mis sentidos percibían.

Traje oscuro, ataviado con una sobria corbata negra, zapatos clásicos con cordones y punta redonda, y una camisa inmácula adquirida para la ocasión. Mi pelo, húmedo aún por la fría ducha, caía por el lateral de mi rostro ocultando parte de mi mirada. Llegó el momento, ya estaba acicalado para la cena, no es de buen agrado hacer esperar a nadie.

Mis ojos se abrieron al contemplar el salón en el que me disponía a pasar parte de la velada, antiguas vigas de madera, lamparones de forja con una luz tenue que alumbraba con calidez las estancias, cuadros que evocaban un época antigua con la que a menudo mi alma soñaba amanecer, aquella época en la que los Zares portaban las voces de Rusia. Mi cuerpo se estremeció en un instante en el que sueño y vigilia parecieron unirse para dar luz y sentido a mi vida. Reconocí a mi acompañante, llevaba un pañuelo blanco como prometió, nos presentamos y comenzó una agradable conversación que nos llevaron, minuto tras minuto, con la excepcional compañía de un exquisito tinto. Risas, miradas furtivas, tonteos inocentes entre las copas de vino. Sentía su mirada clavada en mí, mis sentidos deseaban sumergirme en una noche mágica en la que todo podía pasar. Se respiraba respeto en esa mesa, ambientada en una época que mi alma reconocía… se sentía complicidad entre nuestras palabras y sonrisas, la noche comenzaba bien… y apuntaba a un final mejor. Tras el postre y una última copa en el piano bar, y tal y como habíamos acordado, se retiró a sus aposentos para acomodarse a la espera de una furtiva visita.
Miedos sin dudas perturbaban la paz que siempre me mantuvo firme en mis decisiones, dudas sobre el origen y la causa de todo aquello que me llevó a dar este paso. La confusión invadió mi Paz. Un oscuro camino me esperaba, lleno de sombras sin atardeceres, con un único alba que pudiera iluminar cada uno de mis movimientos, un camino sin retorno, una única dirección, debía ser más astuto que el Ser Pente, quien con sus propias artes me llevó a su Jardín para cautivarme y hacerme morder del Fruto Prohibido, corrupto por la ambición. Siendo firme y consecuente con mis propias decisiones, y sabiendo a ciencia cierta con quién me disponía a compartir lecho, vi una única salida… tomé un último golpe de orujo, y con decisión y la cabeza bien alta me dirigí a sus aposentos… jamás imaginé que bailaría un tango con el Diablo a la cálida Luz de la Luna.

Golpeé tres veces la puerta, en señal de mi presencia, ésta se entornó sin más, ni nadie que la ayudara… mi cuerpo se estremecía con cada paso que me adentraba en el mismísimo Infierno. Placer, Lujuria, Pasión, Sexo… conjugado a la perfección con la desdicha de la ambición, el deseo irrefrenable del poder que me otorgaría ese único encuentro, cargado de cesiones y morbos hipotecados. Mis ropas deslizaban por mi cuerpo sin remedio marcando el camino que debía recorrer de vuelta. Vi su cuerpo arqueado a la espera de mi conquista, sin esperar que mi única intención era el asedio. Se despojó de sus vestiduras sin apartar su mirada que disponía clavada en mis pupilas, con un simple gesto me llamó y me silenció los labios con un sensual y aterrador beso. Sus manos comenzaron a dibujar en mi espalda extrañas formas sin significado para mi, sabía que me tenía, que esa noche sería suyo y que ya nada podría arrebatarle su momento de Gloria al saberse una vez más, Amo y Señor de un destino que no le pertenecía.

Con plácidos movimientos se dispuso, ofreciendo su cerviz a mis ojos. Mis manos se cogieron a su ancha cintura para complacer a la Bestia, quien con su sátira sonrisa me mostraba en cómoda postura, el placer que le otorgaba cada una de mis embestidas. Mi conciencia no me permitía seguir este osado juego, pero pasó mucho tiempo desde aquél instante en el que jugué por primera vez con la Oscuridad y solicité audiencia con el Príncipe de las Tinieblas… mi voz fue escuchada, y aquí me tiene, dentro de la armadura que forjé en su mismísimo Fuego, bajo la incertidumbe de saber quién jugaba con quién. Sus gemidos se apagaban en un característico eco recordando dónde lo escuché por primera vez, el calor de la habitación se acrecentaba por momentos sin emanar de nuestras pieles… no quise abrir los ojos, pues ya sabía lo que encontraría a mi alrededor… sólo en la Oscuridad se puede burlar al Señor Oscuro, pues cree ser único conocedor de sus propias artes. Los suspiros desgarraban mis entrañas, y mis lamentos, ahogados en mi garganta, aumentaban en cada embate, pues el ardor que sentía comenzaba a llegar al umbral del dolor… Agarré las crines de sus cabellos, y comencé a galopar desbocado sobre sus lomos, nuestros gritos traspasaban los muros de la habitación, al tiempo que los umbrales de este mundo, sus arqueos cada vez más salvajes me hicieron comprender que estaba a un único paso de conseguir que su Alma se enajenara a favor mía, y llevar así, a buen puerto, la empresa en la que me había embarcado por mi frágil y humano pecado, la necesidad.

Por un instante, ambas voces conjugaron en un temible cántico profano, mostrando la explosión de júbilo que nuestras almas sintieron a la vez… los aposentos se sumergieron en los sonidos de las criaturas de la noche, quienes nos acompañaban en nuestra comunión… desperté al reconocer el aullido del viejo y ancestro Lobo. Abrí los ojos, frente a mí, su rostro encajado entre las almohadas apenas sin aliento, su cuerpo húmedo de sudor, su mirada ida estaba en el mundo que acababa de abandonar… Era mi momento, debía abandonar aquél lugar llevando conmigo aquellos metales que brillan con falsa luz, y que tan necesarios son en este plano del universo. Debía cerrar el umbral que le hizo encontrarme desde tan lejos, o mi osadía sería mi propio verdugo.

En ese instante, un sutil susurro expiraba de sus labios, … un susurro que me permitió, al fin, ser libre.

La vigilia duele al saberse ilusoria frente a nuestro sueño. Y aún así, ganamos ambos con este peligroso juego de confesiones y pasiones que afloran en nuestro deber cuando el corazón grita en nuestro haber, pues si es realidad lo que nuestros sueños nos muestran, el Tiempo es lo único capaz de poner nuestros sentimientos en el lugar y sitio que les corresponde.

Mi Alma ya conocía la Oscuridad, y harto de andar ciego por el mundo busqué la Luz para iluminar mis pasos… y una vez más burlé la astucia y la vanidad del Ángel Caído…