Título completo: Del amor y la tierra. Selecta poesía (1967-1973): 2017
Editorial: Maclein y Parker
Género: Poesía
Es necesario caer y levantarse cada día y siempre con la Palabra en vuelo en lo alto
Esto lo escribió Ángel Leiva en 1973, y en Libros Prohibidos no podríamos estar más de acuerdo. Esta cita expresa fielmente nuestro lema, nuestra motivación: mantener en alto la Palabra (sí, esa palabra con mayúscula), cada día, pase lo que pase. Y para mantener vivas y en vuelo las palabras de Ángel Leiva, la editorial Maclein y Parker ha publicado esta antología de su poesía y nos la han mandado a nosotros, que les estamos muy agradecidos porque admitimos, avergonzados, que desconocíamos la obra de este autor.
Ángel Leiva nació en Argentina, donde publicó su primer poemario en 1967 y ahora vive en España, donde ha publicado en 2017 este último libro. Entre esos dos países y esos dos años hay un largo periplo geográfico y artístico de 50 años, que se puede apreciar simplemente leyendo sus poemas, sin necesidad de biografías. Y es que la Palabra de esta obra está continuamente sobrevolada por un espíritu errante cuya voz preñada de memoria deja entrever un eterno viaje: medio huida, medio regreso, a veces peregrinación y a veces exilio, pero siempre camino. Precisamente por eso resulta curioso que esta antología no trace un recorrido lineal a lo largo de la trayectoria literaria de Leiva, sino que muestre solo dos momentos aislados, pues recoge los primeros cinco poemarios del autor (publicados en Buenos Aires entre 1967 y 1973, e inéditos hasta ahora en España), añadiendo como coda tres libros breves recientes (escritos entre 2014 y 2016), que no habían visto la luz todavía. Se trata de una antología de planteamiento original, que transmite una visión de la poesía del autor a través de su comienzo y su final (por ahora): de los primeros pasos a las últimas huellas, prescindiendo de la abundante obra intermedia del autor.
Lo oportuno de la publicación de este libro se puede juzgar directamente por las palabras del autor, citadas en la nota de prensa que lo acompaña: que volvieran a rescatarse estas primeras obras "era una necesidad mía porque hay muchas generaciones que no conocen esos libros". Y esto, que podría sonar a priori a vanidad literaria, queda demostrado como una realidad tras leer esas obras tempranas 'olvidadas', de las que destaca su prolificidad: cinco poemarios en seis años, que ocupan más de 350 páginas. Una voracidad escritora que nos descubre, 50 años después, al que debió de ser un joven poeta con el alma rebosante de Palabra y con una "necesidad permanente de escribir (...), que se desarrolla en un esfuerzo diario, casi laboral", como imagina Rafael de Cózar Sievert en el prólogo de esta antología. Pero, por supuesto, la Palabra no va al peso, y ni la pasión creadora del autor, ni la cantidad de su creación justificarían la reedición de esos poemarios; es la calidad lo que cuenta. Y es que la obra de juventud de Ángel Leiva parecen ser una de esas raras combinaciones de calidad y cantidad, con el punto álgido en 1973, su annus mirabilis: dos libros publicados y el Premio Internacional de Poesía César Vallejo. Casi nada.
Entre poesía y verso
Un primer acercamiento, hojeando aquí y allá, muestra una sorprendente mezcla de verso y prosa poética en prácticamente todos los libros compilados. Una combinación que se podría interpretar como una sutil reflexión del autor sobre la propia naturaleza del verso o de la Palabra poética; reflexión que se hace casi patente en el poema "La carta", que puede leerse de las dos maneras, como poema en verso o como prosa poética. Todo es lo mismo para Leiva, que se maneja igual en ambas formas, desplegando siempre una voz arrolladora e imparable, cercana al monólogo interior, con un aire onírico y que a veces roza el surrealismo.
La lectura completa, lenta y reposada de Del amor y la tierra revela, sin embargo, las heterogeneidades de la voz juvenil de Leiva, los diferentes tonos y episodios registrados en tan solo seis años de obra poética. A veces se respira, al leer, el olor de la tierra, pues la Palabra se arrastra por lo material y lo tangible, lo cotidiano incluso, insistiendo en un vocabulario físico y sensitivo. En otras ocasiones, la Palabra se eleva, y habla al lector como alguien que lo ve todo desde arriba, enseñándonos lo que no somos capaces de ver con un tono profético, casi bíblico o whitmaniano. Pero pese a las diferencias que se pueden encontrar en los diferentes libros de esta antología, brilla en todos ellos una imaginería compleja y un gran cuidado en la construcción. En muchos de los poemas la propia distribución irregular de los versos en la página es parte del mensaje poético y acerca las diferentes facetas de Ángel Leiva (que también es pintor), aunando lo literario y lo visual. Quizás esté ahí la explicación a las numerosas palabras escritas con mayúscula inicial a lo largo de su obra; una marca pictórica, al fin y al cabo, que quiere llevar la atención del lector a esa palabra concreta y a su significado más allá de las letras. O lo que es lo mismo: llevar la atención a la Palabra. Porque la Palabra es una característica universal del arte, que no solo se transmite mediante letras, y que no cualquier secuencia de letras puede transmitir. Leiva lo sabe y Del amor y la tierra lo demuestra: en sus páginas queda registrado el origen del vuelo de una Palabra que esperamos que tarde mucho en aterrizar.