Ángel Olgoso.Breviario negro.Prólogo de José María Merino.Menoscuarto Ediciones. Palencia, 2015.
Luz oscura titula José María Merino el prólogo que ha escrito para Breviario negro, la colección de cuentos breves que Ángel Olgoso acaba de publicar Menoscuarto.
En ese prólogo, Merino alude al “desconcierto ontológico convertido en magníficos relatos” como rasgo característico de esta serie en la que conviven con los cuentos una serie de estampas, más inclinadas a la inmovilidad poética que a la tensión narrativa.
Cuarenta y un relatos breves, salvo algunos como La Rosa Azul y Últimas voluntades, más extensos y con otro ritmo, en los que la sostenida intensidad verbal y la sorpresa de las revelaciones son el material -a la vez sólido y etéreo- de unos relatos en los que lo maravilloso es la raíz y también el resultado de la iluminación de un milímetro cuadrado de realidad a una nueva luz o a una nueva sombra.
Entre guiños y homenajes a los maestros del relato fantástico -de Poe a Borges, de Kafka a Cunqueiro-, el horror y el sueño, la muerte y el tiempo, lo monstruoso y lo mágico se imponen al lector con la prosa cuidada e intensa de uno de los mejores narradores españoles actuales.
Porque “a fuerza de soñar un monstruo, el monstruo nace”, la sorpresa kafkiana irrumpe en La técnica de soñar monstruos; o se impone la mirada del otro lado en La muerte desordena, narrado desde “un lugar sin polvo en el que nada sucede.”
Variados en tonos y registros, en épocas y espacios, en perspectivas y personas narrativas, aunque los textos frecuentan la primera persona y la fuerza persuasiva de su cercanía, el lector de estos cuentos no olvidará fácilmente al peregrino que llevaba doscientos años intentando llegar a Santiago ni la gota de baba de Caín, ni al hombre que perdió todos los trenes, ni la carta al hijo del padre de Kafka, ni las masticaciones de los muertos, ni la cinta de Moebius que evoca el imposible encuentro entre el asesino y su víctima en una doble escalera de caracol.
Son algunas de la presencias que habitan las páginas de un libro portentoso escrito desde el Palacio de las Imaginaciones, ese “lugar inexistente donde todo el mundo ha estado alguna vez” y que mantiene sus puertas abiertas para que el lector entre en sus estancias, “preparadas para gozar de los sueños más fascinadores y delirantes.”
Como en el resto de su obra, en estos relatos Ángel Olgoso realiza una incursión en lo fantástico, una exploración iluminadora de otros mundos ocultos tras la apariencia y la rutina, en una trayectoria que sigue la inagotable vía abierta por Poe, Kafka o Cortázar, lo que José Mª Merino propuso como fin y método de la literatura: hacer una crónica de la extrañeza.
Porque Ángel Olgoso es un maestro en la difícil tarea de equilibrar fondo y forma, de fundir tensión narrativa y altura estilística, imaginación y experiencia, vida y literatura; un autor dotado de una inusual capacidad para contar esas historias de frontera entre la realidad y el sueño con densidad y exigencia verbal sin caer nunca en los peligros de la prosa poética, porque aquí la prosa se pone al servicio de la construcción narrativa y es una invitación a pasar al otro lado del espejo, a entrar en un espacio de asombro y misterio donde lo fantástico va más allá del mero descubrimiento y se convierte en un método de acceso a otra dimensión de la realidad.
Santos Domínguez