Ya estuve seleccionado con publicación en la pasada edición, pero todavía no he recibido por parte de los organizadores del concurso, la copia del diploma y el libro que me dijeron que me enviarían a casa. En fin, una pena que por culpa de la crisis, los ayuntamientos no dispongan de sobres y sellos para hacerme llegar mis galardones. Como dice el refrán, no hay mal que cien años dure. Pues eso.
Os dejo un extracto del relato.
EL PREMIO
… Y de nuevo te vi, sin necesidad de recordarte entre las cortinas de mi memoria; entonces estabas poseída por la levedad de las nubes bajas, escondida bajo un manto mitad blanco mitad gris, y perdida en los confines del tiempo, como mis recuerdos; esta vez sin embargo, te sentí arrebatada por los sueños de los perdedores a los que cobijabas, y perpleja por los tiempos que te habían tocado vivir; y te vi y no te reconocí, porque en ese primer instante, sólo supe distinguir que estabas afincada bajo tus raíces, como siempre, e intuí que te encontrabas a la espera que alguien fuera a buscarte, y sin pensármelo dos veces, me comporté como si yo fuera el explorador de tierras inaccesibles y el descubridor de lugares remotos al que estabas esperando, y así sin más, de nuevo me recibiste con los brazos abiertos, en un alarde de generosidad cargado de buenas intenciones; después de ese primer vistazo te dejaste ver, y mis ojos, todavía sin dar crédito a aquello que tú me mostrabas, se perdieron otra vez en el brillo de tus edificios, el reflejo de las aguas de tus fuentes y la cercanía de las personas a las que acoges, que sin necesidad de engañarme, me mostraron la senda hacia el premio que había ido a recoger; esos caminos convergentes, que sin mucho esfuerzo, me llevaron a esa primera vez, la nuestra; a esa mañana del mes de enero en la que tú posabas tímida y jugabas al escondite tras la densa niebla del río Ebro, mientras esperabas a que los aires del Moncayo te dejasen ver tal y como eras, tal y como eres, sin buscar esa falsa necesidad de taparte bajo el tamiz de los sueños; esa primera vez, me dirigí hacia mi nuevo lugar de trabajo, y lo hice ausente ante tus encantos, sordo ante tus señales y ciego ante tus múltiples miradas, y caminé absorto con la melancolía de los que no saben que lo bueno está aún por llegar...
Extracto del relato El premio, de Ángel Silvelo Gabriel.