He tenido la oportunidad de conocer la maravillosa ciudad de Reims y de poder visitar algunos de sus más emblemáticos símbolos, como lo es el Ange au Sourire o el Ángel Sonriente.
En el pórtico de la gran Catedral de Reims, el cual pertenece a una fachada de unas 2.000 estatuas, se encuentra, con un aire super apacible, una serie de ángeles cuyas caras son risueñas por completo. En concreto, uno de esos ángeles se erige como icono francés durante la Primera Guerra Mundial, simbolizando así el ingenio francés y aquello destruido por los alemanes.
Entre el patrimonio destruido a causa de la guerra se encuentra nuestro ángel protagonista, el cual data de la primera mitad del siglo XIII y, durante la guerra ya citada, es “decapitado” durante el incendio de la catedral y posteriormente restaurado.
Decapitado o no, representa a San Gabriel, y sus alas extendidas hacen de esta representación religiosa una rareza escultórica dentro del arte gótico.
Hasta principios del siglo XIX nuestro ángel protagonista es testigo de las coronaciones de los monarcas franceses, en 1914 de la Primera Guerra Mundial, en 1991 de la inclusión de la propia catedral de Reims en el Patrimonio de la Humanidad, u hoy en día de los miles de turistas que se acercan a contemplarla con toda tranquilidad e ilusión por acercarse a este trocito de historia.
Catedral de ReimsCasualmente, unos meses después conocí la estupenda Amiens. Y cuando vi que en su catedral también había un ángel, pero en este caso triste, me llené de alegría. Sin saberlo se habían cruzado en mi camino dos grandes símbolos franceses de la Primera Guerra Mundial que para mí están completamente relacionados, pues uno es el Ángel Sonriente y el otro el Ángel que llora. Dos sentimientos y expresiones que todos conocemos, pues cada día nos batimos entre la tristeza y la alegría en esto de vivir.
Este ángel, como ya indican su nombre y su pose, tiene un trasfondo más triste, pues simboliza el dolor de los huérfanos de una casa de caridad, a cuyo cuidado se encontraba el sacerdote de la catedral. Se llamaba l’École des enfants bleus.
El ángel se encuentra sumido en un gran dolor y, como podemos ver en la imagen, la simbología acompaña la atmósfera que lo envuelve. A la izquierda hay un reloj de arena representando lo breve que es la vida. Bajo su codo, una calavera nos muestra la muerte.
Este ángel es más tardío que nuestro Ángel sonriente, pues data de mediados del siglo XVII y pertenece al grupo escultórico ideado para el mausoleo del canónigo Guilain Lucas de Genville. El pueblo de Amiens le profesa un gran cariño y es durante la Primera Guerra Mundial cuando se expande por completo su fama, pues los soldados se ampararon en él, lo protegieron con una gran barricada de sacos de arena y mandaron múltiples imágenes, fotos y postales en su correspondencia con sus allegados.
El Ángel Sonriente y el Ángel que llora son para mí dos esculturas que han enriquecido enormemente mis andaduras por Francia, pues no sabía de su existencia y sin querer, ambos se toparon en mi camino. Haciendo de esta casualidad del destino un bonito encuentro entre lo que es viajar y lo que es empaparse de cultura a donde quiera que vayas.
Me llevo un gran recuerdo de los dos y sentimientos encontrados, pues mucho sonrío por haberlos visto y mucho entristezco por no poder volver a verlos todas las veces que quisiera.