Fue corresponsal de guerra de TVE en mundo de los reporteros de guerra como una valerosa e incomprendida Cenicienta. Se enfrentaba con mucho coraje e independencia ideológica a una chusma de colegas españoles mercenarios, machistas, cobardes, embusteros, fantasmas y sin escrúpulos, que no la soportaban por lo guapa y lo inteligente y lo buena periodista que era.
Hasta que la acusaron en 2003 de irse de compras por Madrid con la tarjeta de crédito que le había dado la típica funcionaria de Torrespaña y gastarse un buen dineral en los mejores comercios de la capital.
Estaría tan quemada de donde quiera que estuviera en esa horrorosa franja de Oriente Medio, que un día estalló como un kalashnikov y dijo “ésta es la mía”.
Estaba en su derecho de darse una vuelta por las mejores tiendas en busca de algún complemento último modelo.
Y después de todo el lío que se montó con Urdaci, fue readmitida en el Ente aunque ya no se dejaba ver por Gaza, ni por Cisjordania.
Acabó de redactora de la tercera edición del Telediario y se llevaba igual de mal que antes con sus "enemigos" declarados, Arturo Pérez Reverte y Alfredo Urdaci.
Hoy en día trabaja en Informe Semanal.