En esta película flota un aliento especial, difícil de definir. Quizás sea la incompatibilidad que, a primera vista, presentan los dos protagonistas. Angèle, la sublime Clotilde Hesme que vimos en Mistérios de Lisboa y Los últimos días del mundo, es una mujer sumamente seductora, un físico perfecto, unos ojazos expresivos, una cierta timidez mezclada con una animalidad interna que puede surgir en cualquier momento y una desconfianza generalizada hacia el resto de las personas que la rodean.
Tony ni se plantea que pueda ser un seductor, con su tripa característica de buen vividor, con unas buenas entradas, y por si fuera poco, un oficio de marinero, excluido de la lista de trabajos con glamour. Los dos se conocen en una cita a ciegas y por eso cuando Angèle se le acerca, Tony sabe perfectamente que debe existir algo que empuje a esta mujer a querer estar con él.
Poco a poco iremos descubriendo la personalidad de Angèle y su pasado, que pesa tanto sobre ella que casi la ahoga. En libertad condicional desde hace unos meses, sin un hogar donde instalarse, sin amigos, y con un pasado poco glorioso, Angèle sigue sin lograr acercarse a su hijo, que ahora vive en casa de sus abuelos. Le resulta casi imposible hablarle o darle un juguete, que ha conseguido como ha podido, sin que la mirada de reproche de su hijo le haga huir lo más lejos posible. Cuando se encuentra con Tony, ella sabe que puede ser su tabla de salvación. Un medio de volver a crear un hogar, dado que ha destruido el que tenía antes. Pero Tony, como buen marino, no está acostumbrado a caer en la primera red que aparezca.
La primera película de Alix Delaporte es una agradable sorpresa. Un paseo, intenso y a veces violento, por las contradicciones del ser humano y la dificultad de expresar los sentimientos más íntimos. Unos actores inspirados, entre ellos Lola Dueñas en un pequeño papel, y una fotografía que capta a la perfección la bruma de la Normandía francesa, sus puertos y sus lobos de mar. Una historia suave y tersa por un lado, pero como la piel de un pescado, si se acaricia en sentido contrario, las escamas pueden llegar a cortar y dejarnos alguna que otra herida.