Ángeles Desterrados, primera novela publicada de Anabel Botella (+ presentación en Valencia)

Publicado el 21 octubre 2011 por Cris @estanteriaazul

Seguramente ya habréis oído hablar de esta novela que ha saltado a la blogosfera con mucha fuerza. Anabel Botella, bloguera de La ventana de los libros y a la que tuve el placer de conocer en la presentación de Reckless (Cornelia Funke), publicará a mediados de noviembre, aunque se puede conseguir antes en la editorial Nowevolution, su primera novela: Ángeles Desterrados.

Hay amores que son inmortales, que traspasan todas las barreras del tiempo y del espacio. Keilan lo sabe. Ha esperado a María durante siglos. Ahora dispone de una semana para que ella recuerde quién es… quiénes son:

Ángeles desterrados sobre los que pesa una terrible maldición.

 

María, o Maer-Aeng, aparenta 16 años, aunque tiene tantos como Keilan. Se ha reencarnado dos veces en humana. La última vez lo ha hecho en una familia gitana. Tiene extraños poderes, como la coerción. Lucha por conseguir su sueño y estudiar una carrera en París, lejos de su abuela, quien quiere casarla con un vecino que se pasa el día borracho (una mujer casada sólo necesita saber cómo funciona una casa). Todos los días acude al cementerio para estar a solas con una estatua, una figura que la tiene fascinada. Adora a The Angels, el grupo de moda de los institutos de Águilas.

Su frase favorita la escuchó una vez en una película, aunque no logra acordarse del título: El futuro pertenece a las personas que creen en la belleza de sus sueños.

Keilan aparenta unos 20 años, aunque tiene algunos más. Luchó contra los demonios en Ur, la capital de la antigua Mesopotamia. Tras esperar a Maer-Aeng durante siglos decidió abandonar sus alas para convertirse en el Noveno ángel desterrado, cuando la volvió a encontrar en Florencia. Tiene los ojos negros, brillantes y el cabello oscuro. Es el mánager de The Angels, el grupo preferido de María. Y como él dice, es especialista en socorrer a pelirrojas en apuros.

Su frase preferida es de Julio Cortázar (Rayuela): Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.