Naoetsu, uno de los campos de prisioneros más crueles en Japón durante la Segunda Guerra Mundial, es el escenario principal de la historia que nos retrata la vida de Louis ‘Louie’ Zamperini (Olean, Nueva York, 1917 – Los Ángeles, California, 2014) adaptada al cine por Angelina Jolie sobre la base de las memorias escritas por Laura Hillenbrand: ‘Unbroken: A World War II Story of Survival, Resilience and Redemption’.
“Era un sitio frío, con mucho viento, donde los prisioneros apenas comían, carecían de medicinas y soportaban las inclemencias meteorológicas”, expone Tomo Miyaguchi, uno de los principales asesores técnicos de ‘Invencible’, que se coló en la cartelera española este Día de Navidad. Naoetsu ofrecía unas inhumanas condiciones de vida para los prisioneros, al borde de la inanición, con el suelo o, en el mejor de los casos, una estantería pegada a la pared como cama y obligados a transportar carbón.
Un infierno incrementado por la aterradora presencia de Mutsuhiro Watanabe ‘El Pájaro’, uno de los mayores criminales en la Guerra del Pacífico. Nunca llegó, sin embargo, a ser juzgado. ‘El Pájaro’, que no había conseguido doblegar a Zamperini, había inventado una nueva tortura: una pesada tabla de madera de 1,8 metros levantada sobre la cabeza por las escuálidas manos de ‘Louie’. El castigo incluía la amenaza de un tiro si la tabla se caía al suelo.
‘Louie’ resistió más de media hora. Una impactante escena que Angelina Jolie recoge en uno de los instantes más intensos de ‘Invencible’.
Zamperini “se desploma y Watanabe se ensaña pegándole con su palo de kendo. Puede parecer que Watanabe ha salido airoso, pero no es así, ha perdido. ‘Louie’ le ha derrotado psicológicamente”, analiza el rockero japonés Takamasa Ishihara, más conocido como Miyavi, elegido por Jolie para el complejo papel de ‘El Pájaro’.
La vida de Louis ‘Louie’ Zamperini era carne de película. Último hijo de una familia de inmigrantes italianos, tuvo una infancia complicada. Aunque había nacido en Olean-Nueva York, se trasladó a los dos años a Torrance (California), no hablaba inglés y sufrió la burla de los otros niños. Zamperini fue un adolescente rebelde que andaba siempre metiéndose en líos (robos en tiendas, peleas…) hasta que su hermano Pete recondujo su indómito carácter hacia el deporte. ‘Louie’ empezó a destacar como atleta, apodado como ‘Tornado Torrance’, y participó, con apenas diecinueve años, en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 en la prueba de 5.000 metros. Concluyó octavo.
Su última vuelta al circuito llamó la atención del mismo Führer, que concertó una breve cita con Zamperini para felicitarle. Hitler quería conocer “al chico que corre la última vuelta tan rápido”. “No ganó en los Juegos Olímpicos, pero rehusó darse por vencido y corrió la última vuelta más rápida de la competición. Los espectadores de Berlín se pusieron en pie y le ovacionaron porque vieron a alguien capaz de luchar. No se trataba de ganar, se trataba de no darse por vencido”, subraya Angelina Jolie sobre un aspecto esencial en la personalidad de Zamperini. ‘Louie’ aprovechó, además, un descuido de los alemanes para robar una bandera nazi. Eso al menos cuenta la leyenda.
Llegó la Segunda Guerra Mundial. Zamperini se alistó en la Fuerza Aérea en septiembre de 1941. Sus enemigos no fueron en esta ocasión los nazis sino los japoneses. Su aventura no había hecho más que comenzar. Fue destinado al arrecife de Funafuti (actual Tuvalu) como piloto de un Liberator B-24 bautizado como The Green Hornet (El Avispón Verde). En una misión de rescate, en mayo de 1943, el avión del Subteniente Zamperini cayó al mar. Solo tres de los once tripulantes sobrevivieron: Zamperini, el Capitán Russell Allen ‘Phil’ Phillips y el Sargento Francis ‘Mac’ McNamara, que estaba herido y falleció 33 días después. Zamperini y ‘Phil’ superaron un calvario de 47 días en alta mar. Recorrieron 3.500 kilómetros en una balsa. Quemados por el sol del inmenso Pacífico, sin agua ni comida y rodeados por tiburones, lucharon por sus vidas hasta que…
Un avión japonés les rescató. Era junio de 1943. Comenzaba un largo periodo de dos años de cautiverio en los campos de prisioneros de Kwajalein, Omori y Naoetsu hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, en agosto de 1945. Fue otra muy exigente prueba de supervivencia. Zamperini sufrió hambre e importantes abusos físicos y mentales. Fue una de las principales víctimas del sádico Mutsuhiro ‘El Pájaro’ Watanabe, que MacArthur incluiría después en la lista de los cuarenta criminales de guerra más buscados por su participación en el conflicto del Pacífico.
El final de la Segunda Guerra Mundial abrió paso al complicado reto del regreso al hogar. Zamperini sufrió un severo estrés postraumático. Encontró la estabilidad gracias a su mujer Louise y sus firmes convicciones religiosas. Viajó en numerosas ocasiones a Japón, incluso ya en la década de los cincuenta. Habló con numerosos soldados japoneses que estuvieron en los campos de prisioneros del horror de la Segunda Guerra Mundial, pero no con ‘El Pájaro’. Zamperini, invitado como relevista de la antorcha, aún realizó un último intento con motivo de los Juegos Olímpicos de Invierno de Nagano en 1998. Watanabe tampoco quiso ver a su antigua víctima.
‘Louie’ escribió sus memorias en ‘Devil at My Heels’ en 1956 despertando el interés de Universal Pictures, que compró los derechos, con Tony Curtis como posible protagonista. El proyecto no se plasmó porque a Curtis le sedujo una oportunidad irrechazable: ‘Espartaco’ (Stanley Kubrick, 1960).
La vida de Louis ‘Louie’ Zamperini es, sin duda y sin miedo de tirar de tópicos, una historia de película. ‘Invencible’ parte de la biografía ‘Unbroken: A World War II Story of Survival, Resilience and Redemption’, escrita por Laura Hillenbrand y publicada en noviembre de 2010. El libro incrementó la fama de Zamperini y sólo en Estados Unidos ha vendido más de cuatro millones de ejemplares, recibió el Premio al Mejor Libro de No-Ficción de la revista Time y el Premio a la Biografía del Año concedido por Los Angeles Times.
Louie era “especial, no tanto por los acontecimientos que llenaron su vida, sino por la forma en que se enfrentó a todos ellos. Mostró fuerza ante el sufrimiento, alegría ante la pérdida, perdón ante la crueldad y tuvo una esperanza sin límite. Veía su odisea como un regalo, una lección que le enseñó a soportar los golpes de la vida y salir adelante siendo un hombre feliz. Su sonrisa era contagiosa porque, cuando miraba a su alrededor, solo veía lo bueno. Este hombre maravilloso deseaba que todos nosotros viéramos en nuestras vidas lo que él había visto en la suya. Su historia es un auténtico regalo”, agradece Laura Hillenbrand.
Angelina Jolie rodó ‘Invencible’ durante catorce meses en Australia. “Angie me llamó para decirme que iba a dirigir la película. Solo la conocía por las noticias, porque hace mucho que no voy al cine. Pero sabía que la llamaban la mujer más guapa del mundo. Luego vino a casa, y era un cielo. Enseguida me di cuenta de que, además de bella, era inteligente. Es muy considerada y tiene un gran corazón, ¿qué más necesitaba yo?”, replicó Zamperini que no ha podido ver la película. Falleció en el pasado verano, a los 97 años, por una neumonía.
Jolie, que este año ha rodado una tercera película como directora (‘By the Sea’) junto con su marido Brad Pitt y narrará también en el cine la historia del paleontólogo keniata Richard Leakey en ‘África’, ha contado con un cuarteto de lujo para escribir el guion: los hermanos Joel y Ethan Coen, Richard LaGravenese (‘Los puentes de Madison’) y William Nicholson (‘Gladiator’), la espectacular fotografía de Roger Deakins (once veces nominado al Oscar) y una banda sonora de Alexandre Desplat con la aportación de Coldplay. La banda británica ha compuesto un tema original para el filme: ‘Miracles’. ‘Invencible’ condensa la vida de Zamperini: sus primeros años en Torrance, su experiencia como atleta y, especialmente, todos los acontecimientos relacionados con la Segunda Guerra Mundial.
Pese a todas las adversidades, ‘Louei’ fue ‘Invencible’.
“Todo lo que él podía ver, en cualquier dirección, era agua. Corrían los últimos días de junio de 1943. En algún punto de la infinita expansión del Océano Pacífico, el bombardero de la fuerza aérea y corredor olímpico ‘Louie’ Zamperini se hallaba tendido sobre una pequeña balsa que flotaba hacia el oeste. Tirado junto a él estaba un sargento, uno de los artilleros de su avión. En otra balsa, atada a la primera, yacía otro miembro de la tripulación con una herida abierta que le atravesaba la frente. Sus cuerpos, quemados por el sol y manchados de amarillo por el tinte de la balsa, se habían consumido hasta parecer esqueletos. Los tiburones, a la espera, merodeaban restregando sus cuerpos contra las balsas”.