Anglofilia argentina 12/03/2013
Posted by María Bertoni in Visto y Oído (¡más!).trackback
Este mismo determinismo anglófilo rige el pensamiento de los compatriotas que hoy piden respetar la voluntad de los kelpers respecto de Malvinas. Muchos se sintieron representados por el manifiesto que Beatriz Sarlo y su esposo Rafael Filippelli, Jorge Lanata, Juan José Sebreli, Pepe Eliaschev, Santiago Kovadloff entre otros “17 intelectuales, constitucionalistas y periodistas argentinos” publicaron a principios de 2012 en el diario La Nación.
Detrás del argumento basado en el derecho a la autodeterminación de los pueblos, vuelve a asomar la convicción sobre las ventajas de la tutela inglesa. Cómo pretender que los kelpers la rechacen cuando se trata de la mejor alternativa. Si lo sabremos quienes convivimos con las secuelas de una corona española incompetente y con todo lo que vino después, incluidos el fenómeno de mestizaje, el desembarco de inmigrantes de la Europa atrasada, el advenimiento del peronismo y su hijo (bastardo para algunos), el kirchnerismo.
Este prototipo de argentino señala con admiración (tal vez con algo de envidia) los resultados del referendum que acaba de tener lugar en las Falklands. El 98.8% de los votos a favor de conservar el status de territorio de ultramar del Reino Unido ilustra no sólo el sentido de identidad de los kelpers sino la lucidez político-económica que a nosotros nos habría faltado cuando combatimos las invasiones inglesas a principios del siglo XIX.
A esta porción de nuestra ciudadanía no le importan la progresiva militarización del Atlántico Sur por parte de Inglaterra ni su codicioso interés por la reserva hidrocarburífera que alberga este rincón del planeta. De ahí que tampoco tenga sentido recordarles los antecedentes de apropiación, pillaje y ocupación territorial presentes en el historial británico.
Desde esta perspectiva, cualquier reclamo nacional sobre Malvinas suena a expresión de patrioterismo/populismo oportunista, anacrónico y barato. Ante una situación similar ni USA, ni Canadá ni Australia habrían caído tan bajo.
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