Esta mujer imaginadaFue Plath, Pizarnik, fue también un hombre y un escopetazo y un viejo ahorcándose y un clavel podrido.Fue Artaud y el corazón de Silva.
Le recetaron baileTalleresY gatos para sentirse medianamente abrazada y tierna.
Le diagnosticaron risa incorruptible,Mitomanía estafadoraY un buen síndrome de cefaleas para que jugara a los bolos.
Ella leyó el vientre de los hornos,La piel más vertical de los abismos,Degustó del orín, del vuelo de las palomasY de cualquier calle trazando suicidios.
Al parecer buscaba la soledad,Un amigo con quien hablar,Con quien mirar en silencio las costumbres.Quería una especie de libertad que solo tienen los animalesPero ella la quería, la ansiaba con sus fauces.
Por eso la mandaron a un hospital para que se sintiera como en una jaulaLuego le pusieron de amigo a un psicólogo para que le escudriñara el mutismoY la vendieron en recitales y en fiestas donde su nombre ya era una babaO un vino echado a perder en las tetas de una borracha.
Pero ella volvió a ahogarse, a hundirse en lo más alto de su gota afiebrada,Quemó los ceniceros para no volver a fumar y para incendiar a los vecinosY vinieron otra vez con las ambulancias como mirlas en celoY le pusieron correas y le mostraron agujasY le dijeron pacientePero la paciencia que ella imaginaba como sed ya no existía.
Entonces le fatigaron el alma con electricidad buscando que cualquier rayoPudiera prenderle la bujía que se le había perdido.Pero su corazón ya sólo latía hacia la muerte.
Algunas veces la exhibieron para demostrar los últimos adelantos del desconsueloY ella sólo miraba hacia adentro, opaca como una nube en descomposición,Ella sólo anhelaba que le vaciaran las tripas.
Le dijeron después de unos años de dopaje y muros blancos como ciegosQue podía vivir de nuevo,Pero afuera no había nada para ellaSalvo la muerte, Esa vieja amiga… La única que fue a buscarla el día que le dieron de alta.