Cinco años en esa casa y con ese másculo humano al que ya ni reconocía su frivolidad.
Zorra, perra, vaca y cerda eran los animales que él le lanzaba al alma para obnubilársela y que olvidase quién era ella realmente. Se miraba al espejo y sólo veía hocicos y pezuñas. ¿Cómo iba a presentarse al mundo con ese aspecto de híbrida bestia?Pero un día tuvo una idea. Madrugó antes de que él despertara a esas fieras inyectándose alcohol en la sangre y se las tirara de nuevo a la autoestima. Y teniéndolas así, mansitas, le cogió la astucia a la zorra, el olfato a la perra, la eficiencia a la vaca y la resistencia a la cerda, y revistiéndose de esas virtudes se reconstruyó a sí misma, y se largó.
Texto: Carmen Medina Sarmiento