Los movimientos del poder fueron un desastre: destruyeron a toda prisa los trenes, que podrían haber sido fuentes de pruebas e indicios, y se celebraron unas elecciones irregulares, bajo la sombra del miedo y con los ánimos alterados, que abrieron las puertas del poder al socialismo.
El drama del 11 M, junto con la corrupción, la mentira, el abuso de poder y las concesiones y privilegios a los independentistas que odian a España, son hoy, veinte años después, las peores lacras de la política española y las pruebas más concluyentes de que el país está gobernado por sinvergüenzas y canallas corruptos.
La Transición fue una estafa porque no creó una democracia sino un dictadura de partidos y de políticos, pero el sistema se mantuvo con una podredumbre soportable hasta el 11 M, un atentado oscuro y miserable que provocó una aceleración de la podredumbre, la corrupción desatada y el acoso a la democracia, la decencia y las libertades y derechos.
Aquellos trenes que estallaron trajeron muerte no sólo para las víctimas sino también para la política española y al total de la nación.
Ocultar información a la que el pueblo tiene derecho no sólo es corrupción sino un claro síntoma de tiranía porque la democracia exige transparencia, verdad y información plena.
Oscuridades como la que envuelve a los atentados del 11 M, además de desatar sospechas y miedo, provocan también inquietud, rechazo a los políticos, desconfianza en el poder y deterioro de la convivencia.
La pregunta ¿Quién ordenó y organizó aquellos atentados?, nunca respondida, sigue envenenando la vida española
Francisco Rubiales
NOTA: Por motivos técnicos, La página informativa VOTO EN BLANCO no se actualizará durante la presente semana, probablemente hasta el próximo sábado, pero permanecerá abierta.