Se habían desnudado a retazos a medida que iban necesitando degustar más centímetros de piel del otro y habían logrado consumar gracias a las dotes contorsionistas de ella y a la pericia de él para ubicar su centro del universo hasta en las condiciones menos propicias. El sudor de ambos se había condensado y el vapor empañaba las ventanas del vehículo, una circunstancia que les protegía de las posibles miradas desde fuera.Ya en casa, los fotogramas de su reunión clandestina seguían excitándole en secreto. Estaba poniéndose el pijama en su habitación, cuando la voz de su mujer le sacó de su ensimismamiento adolescente. “Llevas los calzoncillos del revés” le dijo.
Se habían desnudado a retazos a medida que iban necesitando degustar más centímetros de piel del otro y habían logrado consumar gracias a las dotes contorsionistas de ella y a la pericia de él para ubicar su centro del universo hasta en las condiciones menos propicias. El sudor de ambos se había condensado y el vapor empañaba las ventanas del vehículo, una circunstancia que les protegía de las posibles miradas desde fuera.Ya en casa, los fotogramas de su reunión clandestina seguían excitándole en secreto. Estaba poniéndose el pijama en su habitación, cuando la voz de su mujer le sacó de su ensimismamiento adolescente. “Llevas los calzoncillos del revés” le dijo.