Knightely se convierte otra vez en la musa de Wright, que junto a un gran equipo técnico y a actores como Jude Law, Kelly Macdonald, Alicia Vikander, Matthew Macfadyen y Aaron Taylor-Johnson, conforman un film algo largo, con una historia sencilla pero enrevesada por los vaivenes de la protagonista Anna Karenina. Casada con un político de alto rango de la ostentosa sociedad rusa del siglo XIX, Anna se enamora de un joven oficial que conoce en un viaje a Moscú. Vrosnky (Taylor-Johnson) se convierte en su amante. El affaire termina siendo público, para gran vergüenza de la sociedad rusa de la época, llena de prejuicios.
El film, que tiene altibajos, se centra en esta historia de amor y traición de Anna junto a su marido (un bien para el papel de Jude Law) y a su amante, por lo que deja de lado otras facetas que podría exprimir más y termina transformándose en un simple drama. El vestuario de la cinta, ganador de un Oscar y de un BAFTA, es realmente espectacular y sobresale por encima de todos los demás elementos. Destacan también los magníficos decorados y el buen maquillaje, así como la buena interpretación de Keira Knightley, que despliega las infinitas facetas de una mujer totalmente comprometida con el amor.
Anna Karenina podría convertirse en una buena obra, pero la historia de amor narrada la convierte en una buena película que termina siendo algo larga y pesada por su duración, algo más de dos horas. La técnica narrativa de contar la historia como en una obra de teatro, con escenarios incluidos, hace que se gane algo de majestuosidad conforme a la sociedad que se relata, pero que se pierda algo de fluidez en una historia de amor, que se magnifica por el papel de una Anna que rompe con las reglas establecidas.