Por fin se hizo la luz y llegó música con una interpretación de altura en la tercera jornada de la semana avilesina.
La mezzosoprano dominicana, nacionalizada estadounidense, Anna Tonna, becada en España, de dilatada trayectoria donde no olvida el recital ni la zarzuela, actuaba con la pianista, flautista y docente local Itziar Aguirre (remarco sus tres facetas porque tienen mucho que ver) enfrentándose a un programa de altura donde no faltó de nada, con profesionalidad e interpretaciones de mucha calidad y "poderío".
Arrancaba el recital -nuevamente resonando los clicks del maleducado fotógrafo ¿de plantilla?- con la traducción de todas las letras en la mano (enhorabuena por la iniciativa) con esa hermosura vocal de Debussy que es la Canción de Lia (de la Cantata L'enfant prodigue), que en esta versión con piano el registro de mezzo dió más enjundia, y un acompañamiento que fue más allá, coprotagonista, con esa escritura aún "poco impresionista" pero igual de delicada, "respirando" juntas, matizando, deleitándonos con una dicción francesa y una digitación española.
No podía faltar "mein gott" Bach con el aria de contralo Erbarme dich (de la Pasión Según San Mateo) con el violín del polaco afincado como profesor en Avilés, Jacek Niwelt, pues no resultaría igual sin ese "dúo" doliente, terrenal y espiritual a la vez. Nuevamente pese a no ser el registro "natural" de la estadounidense, solventado desde su alemán perfecto con una intensidad e interpretación íntima capaz de conmovernos y casi rezar en común unión con los músicos.
A continuación otra obra muy exigente y creo que por ello poco escuchada: Las canciones del ermitaño (The Hermit Songs), Op. 29 de Samuel Barber, ciclo de diez páginas compuestas entre 1952-53 (aún dentro del llamado periodo "moderno" fechado de 1910 a 1949) sobre textos irlandeses del gaélico y latín de los siglos VIII al XIII que son como "microrrelatos", exigiendo interpretaciones muy concentradas por parte del dúo protagonista (obra estrenada por la gran Leontyne Price con el propio autor al piano, aunque haya también versiones para barítono o como hoy, mezzo): voz que debe narrar, rezar, comentar, reir, susurrar, desear, volver a orar... y piano con "texto propio" donde las notas tienen que "hablar" sin necesidad de concesiones descriptivas, aunque haya alguna, evidentemente. Volvió a demostrar la amplitud de registro para afrontar sin problemas cada una de las canciones, nuevamente con más corporeidad que la versión "fidedigna", y con una Itziar pletórica, de sonoridades sugerentes, pulsación contenida cuando así lo exigía la partitura, y un juego de pedales que sólo pudo enturbiar la propia reverberación de la iglesia.
(1) A propósito del piano, las notas de mi admirado colega Ramón Avello, también presente en esta velada, podrían explicar esta nueva "reinterpretación" del folklore asturiano llevado a las salas de concierto.