Como sospechaba: He vuelto a sufrir otro “Arrebato Shirley”, esta vez, gracias a una amiga mía, a la que intento introducir en el maravilloso mundo de Anne.
Tras verme las cuatro primeras películas con una avidez desmedida, me puse a investigar y descubrí que ¡Anne Shirley era el personaje principal de una saga de novelas que constaba de, nada más y nada menos, que de ocho libros!, escritos por una escritora juvenil decimonónica llamada Lucy Maud Montgomery- ya tenía todos los ingredientes para morir de emoción-, siendo así, un frenesí literario me condujo a pensar que mi biblioteca no tenía el menor sentido sin los libros de Lucy Montgomery en sus estanterías; como en aquel momento los libros no se vendían es España, tuve que esperar algunos años y contentarme con las, en ocasiones dudosas, traducciones al español que presentan los libros en formato digital- de los cuales ya voy por el sexto-, hasta que llegaron los dos primeros: Ana la de Tejas Verdes y Ana la de Avonlea, que ahora, ya se pueden encontrar en las estanterías de La Casa del Libro y en mi Casa del Libro particular también, claro está.
La forma de escribir de Lucy Montgomery es muy especial y cercana, yo diría que mágica; creo que su gran arma es la descripción: describe de una forma tan sutil, cuidada y elegante que parece que estás ahí viendo y oyendo todo aquello que Anne Shirley y el resto de personajes ven y oyen. Esta obra, para mi gusto, constituye una bocanada a de aire fresco con sabor a hierbabuena. Los personajes son muy reales, algo que me entusiasma y, en seguida, uno se ves reflejado en alguno de ellos; es casi imposible no involucrarse emocionalmente en las historias que se narran en los libros, al menos para mi, puesto que se convirtieron en una válvula de escape al ritmo frenético de la ciudad, intercambiando la calle atestada de coches y cláxones por los verdes prados de Avonlea, la Dríada de la Ninfa o por el Lago de Aguas luminosas, por citar algunos de los enclaves preferidos de Anne.
Los que hayan sabido de la existencia de Anne Shirley, sin duda habrán quedado prendados de su romance con Gilbert. Anne, amante de las costumbres, soñadora, y romántica empedernida, tiene en mente la fantasía de la llegada a su vida de un caballero de mirada indolente, rodeado de un halo de nostalgia romántica, un hombre protector, que parezca malo sin llegar a serlo, un hombre que la admire y la respete, un caballero a la antigua usanza, pero la realidad es otra cosa y, en vez de eso, tiene a Gilbert Blythe, un chico sencillo y vivaracho de Avonlea un par de años mayor, que anda irremediablemente enamorado de ella desde el primer día que la viera, y que, claro está, no encaja en la descripción romántica del amor que tiene la imaginativa Anne. Anne no quiere resignarse a pasar por alto la oportunidad de encontrar a su hombre de porte caballeresco y nostálgico (y eso que en tiempos de Anne no existían las películas de Disney), y por ello rechaza, de forma muy sincera, inocente y trágica, la primera proposición seria que Gilbert le hace: - […]- Te prometo que siempre estaré a tu lado cuando me necesites. Los buenos amigos siempre están juntos en espíritu. No cambiemos, Gil, sigamos siendo buenos amigos.- Amigos, ¿Eh? Creía que éramos almas gemelas. Por favor si sí.
Una proposición llena de sinceridad y compromiso que a cualquiera le hubiera bastado para dejarlo todo, pero claro, Gilbert no es un caballero de mirada lánguida, y eso es un problema, especialmente para él.Las curvas y desviaciones del camino los separan hasta que vuelven a reencontrarse en la boda de la mejor amiga de Anne; pero aún no es el momento, y quién sabe si lo acabará siendo...
- Yo te llevaré.- ¿Y qué pasa con tu amiga?- Se lo explicaré a la vuelta.- Parece una encantadora y perfecta señorita.- No es Christine quien me importa. ¿Es que hay otro hombre?- No, Gil, de verdad que no lo hay. No me siento atraída por nadie y tú me gustas más que ninguno.- Anne, esperaré si me dices que te importo algo.- Me importas, Gil. Desde siempre. Pero nunca podré quererte de la forma que tú quieres. Soy feliz como estoy. No quiero casarme.- Sé que te casarás con algún un imbécil que te lea a Tennyson junto a la chimenea y te construya castillos en el aire. Te conozco.- Gil, no pretendía hacerte daño y con el tiempo me darás la razón cuando te enamores de otra mujer.- Jamás me has hecho daño. He sido yo el que… Me engañé a mí mismo pensado que me querías. - Gil, por favor…- Ojala te rompa el corazón, sea quien sea. Entonces lo entenderás.
Toma castaña.
https://www.youtube.com/watch?v=SjR1oMPTToE