Un eclipse ondea en el horizonte y de otro planeta sube al escenario una mujer, Rueda, la telonera. Silenciosa y rotunda, erguida y vestida de plateado. Las luces del atardecer conspiran con reflejos sobre su vestido y comienza a salir de su caja metálica, un pequeño Casio, la música. Una música hecha con percusiones y ecos grabados con su voz. Dos micrófonos la escoltan en el escenario y no se separan de ella en ningún momento. Una voz melódica comienza a deslizarse por esos sonidos. El espacio del Monasterio de la Cartuja ya está lleno, y apenas ha cantado dos canciones. Los espacios acotados de los cuatro jardines están ya cubiertos, todo el mundo aparece sentado escuchando atentamente.
Hay gran investigación musical y experimental en sus canciones que vibran de forma elegante y melódica con su voz. Recuerda en algún momento al trabajo de M.I.A, y ella nos lo corroboró cuando charlamos al final del concierto. Su maravillosa voz, llena de matices sensuales como la de Camille, no tiene límites. La escucho y pienso, una de las rarezas de su música radica en que, aun siendo un híbrido experimental, no hay ordenador, es más orgánico….y sigo escuchando.
Casi terminando, apareció entre el público un chico que llevaba escrito en la camiseta she. Ella se dirigió a él sorprendida y con risas nerviosas y cierta melancolía, entendió el mensaje, era un claro guiño a su primer grupo de rock femenino, She.
Algo indescriptible y muy agradable se respiró en el ambiente de su concierto. Puedo augurarle un gran futuro musical, es diferente. El público estaba hipnotizado.
Esta Sevillana, de trato afable y sencillo, desarrolla un trabajo con visión de futuro, y así pude comunicárselo. Un momento después de intercambiar impresiones, le pedí la lista de canciones y como no la llevaba, me redirigió a la web: https://www.ruedamusic.com/. Luego llegó por whatsapp: “The sea”, Expansion”, Thermodinamics”, “Stay”, “Waltz me out”, The message”,”Oil and water”, “Fever” y“What happened last night”. Maravilloso repertorio.
Se despidió afable y nerviosa, porque comenzaba Anni B. Sweek, no sin antes agradecer a 8pistas el trabajo que desrrolla.
Anni B. Sweet, subió al escenario sola, en acústico y el eclipse comenzaba.
“Llevo tiempo sin tocar sola porque estoy grabando disco nuevo en español, ya me quedan muy pocos conciertos y este es de los últimos, me gusta tanto Sevilla queme hubiese gustado que este fuera el último y quedarme con este buen sabor de boca”. Se ríe inclinándose.
Está algo nerviosa pero muy agradecida “No sé quién a puesto aquí el paisaje, pero le doy las gracias”, comenta.
Cuatro canciones arrancaron el concierto intimista y de gran aforo,“Locked in verses”, “At home”, “Never”, “Dare to love”.
La quinta fue una de sus primeras canciones“Again” .., “again, again”, bailó con ternura. Cantó con un sentimiento profundo y sincero. Me acerqué al escenario a fotografiarla. Dos niñas con trenzas que se apoyan en la barra de protección, sin percatarse de mi agachada presencia , la miraban. Fue cautivador, reflejo de ello, que las pequeñas ni se inmutaron. Su voz acababa arriba y sola abrazando el misterio.
La muchedumbre expectante, parecía fundirse con su música.
Entre canción y canción, se dirige agradecida al público, con el que se identifica, por ser de su tierra. Pide que le bajen el sonido de la guitarra y da las gracias de nuevo, suena “The cure”. Calidez y timidez, escondida es una versión de vestido japonés, que deja entrever media pierna.
Anni B. Sweet, se refirió a una canción como “música de principiantes”, pero ninguna sonó así.
Sus pequeños acordes nos transportan a un paisaje idílico, un pop lánguido dibujado en una pradera silenciosa de luces azules. Es como si del cielo bajará un espíritu que entra en ella y la elevara, sonidos de voces primitivas, perdidas en el infinito íntimo. De hecho se expresó de esta forma cuando acabó la canción “iba a acabarla antes, pero algo me impulsaba a seguir y los acordes vocales la alargaron”. La cadencia de sus ojos mira hacia el eclipse y su voz suena nebulosa y etérea, casi como una nana. Un niño duerme sobre el hombro de su padre. Su intimismo musical nos recuerda al de Christina Rosenvinge.
Días antes del concierto, preguntó en Instagram qué le apetecía escuchar al público y respondió a lo que le pidieron. Tocó dos peticiones.
Ya ha anochecido y cambia de guitarra. En el tiempo de afinamiento habla de estar despidiendo una etapa ya que su próximo disco será en español. Destellan las clavijas, su mano blanca punteando las notas y se enciende más dinámica de nuevo su voz, suena “Chasing Illusion”. “La he tocado dos tonos más bajos…”, bromea con “haber hecho una nueva versión”; para mi gusto, mejor. La gente aplaude emocionada, mientras un vestido se balancea hacia los lados debajo. La forma de vestir siempre está muy relacionada con el tipo de música, eso es lo que observo en los conciertos a los que acudo.
Un “guapa” suena en el aire.
Da las gracias a estos festivales. Llegamos casi al final del concierto y el eclipse está en la mitad, son las 23:47 y el público parece esperar un concierto infinito.
“No levanta nunca, se siente más sujeta”, comenta, y ese instante invita a subir al escenario a Miguel de Málaga con el que toca dos canciones. Habla de la dificultad de hacer los coros en la canción.
Conecta el móvil para leer la letra de “Tumbado sobre mi moqueta azul”. Improvisa y ruega entre risas, que “por favor sin móvil”. Cuando termina, dice riéndose “ he visto un móvil por ahí grabando”, el público cómplice se ríe y hace de nuevo una broma, “la canción ha resucitado en modo zombi”
La luna va apareciendo y piden “Religión”. Se ha terminado el eclipse “Shiny days” cierra el concierto.
Intimista, sosegada, tímida y divertida, tocando en acústico conquistó a un público perplejo y silencioso. “Siempre recordaré este concierto en Sevilla” finaliza diciendo Anni B. Sweet.
Un concierto de caramelo.
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