Mi reciente -en realidad no tan reciente, olvidado interés más bien- en el significado schopenhaueriano en Parsifal, asunto sobre el que ya escribía en una reciente maac-chorrada, me llevó a adquirir, un poco a ciegas -carecía de referencia alguna-, el libro de Bryan Magee sobre la relación entre Wagner y la filosofía de su época. En poco más de una semana pasaron por mis manos las casi cuatrocientas páginas de que consta -como ocurre con toda lectura precipitada y apasionada necesitará una segunda vuelta-. Algo que me hubiera parecido impensable en un primer momento, y es que me había lanzado a esta aventura filosófica con muchas ganas y poca fe, sospechaba que se me iba a hacer farragoso y tenía dudas sobre si realmente el tema terminaría interesándome. Hacía muchísimo tiempo que había dejado de lado el pensamiento del compositor, cuanto más vueltas daba a sus concepciones sobre la obra de arte e intentaba ponerlas en relación con sus óperas, más contradicciones encontraba y más confuso lo veía todo. Al final había optado por intentar disfrutar de su música y hacer caso omiso a todo tipo de interpretaciones o especulaciones sobre sus dramas musicales, aunque también es verdad que era inevitable plantearse algunas cuestiones o sentir la necesidad de encontrar respuesta a interrogantes que se iban presentando sobre la marcha. Los intentos que había hecho de leer a Schopenhauer, en cuanto era una fuente directa del conocimiento del pensamiento wagneriano de una etapa -la última- de su obra, habían sido infructuosos, me atascaba una y otra vez en las primeras páginas de sus obras, especialmente de El mundo como voluntad y representación. Con el libro de Magee me he dado cuenta de la importancia que tiene el momento en el que se concibe y se escribe el libreto de cada ópera -frecuentemente alejado del momento de la composición musical- a la hora de ponerlo en relación con la visión filosófica del compositor, puesto que ésta no fue inmutable, ni siquiera mostró una evolución "lógica", sino que llegó a experimentar variaciones esenciales. Esa es la principal virtud de Wagner y la Filosofía del británico Bryan Magee, un libro muy didáctico que parece escrito especialmente para los aficionados a la ópera interesados en la visión que del mundo tenía el compositor -está plagado de referencias a los argumentos, incluso musicales- y en como intentó plasmar esa visión en su obra, primero con el objeto de cambiar el mundo -el arte como revolución- y después, bajo la influencia de Schopenhauer, con el de mostrar, según su parecer, que hay un mundo más allá del espacio y el tiempo, alejado de nuestras percepciones, que sólo podemos conocer a través de la experiencia musical (la música como manfiestación de la voluntad metafísica), entonces la función del arte será conseguir que el oyente pueda escapar hacia un mundo alternativo, situándose más allá de lo empírico. Por lo que en esta segunda fase se produce un giro no sólo en su pensamiento de Wagner sino también en su concepción de la función de la música en la ópera, que pasó de estar subordinada a la acción dramática en El Anillo a casi independizarse de ella, en el sentido de que la acción dramática comienza a manifestarse desde la misma música, en Parisfal, pasando de ser un medio de manifestación de la acción dramática a ser la misma acción dramática, pudiendo haber llegado, de vivir más años y según Magee, a la eliminación del texto en sus composiciones -esto no deja de ser una especulación-.
Magee hace un recorrido por la obra del compositor a través de los autores contemporáneos que le influyeron en cada momento, e incluso hace referencia a autores anteriores que son fundamentales para comprenderlos (Kant, Hegel). Comienza con su etapa de anarquista revolucionario, en el que entró en contacto con las doctrinas de Proudhon y Bakunin, al que conoció personalmente a través del activista socialista August Röckel, y como las ideas comunistas-anarquistas se abrieron paso en su obra y se manifestaron en El Anillo del Nibelungo uniéndose a la doctrina de Feuerbach que propugnaba la liberación de la humanidad a través del amor. que, para éste, es lo único que da sentido a la vida y permite liberarse de la tiranía, la religión y las convenciones políticas y sociales. La pretensión fundamental de El Anillo sería poner de manifiesto qa la sociedad contemporáneas que el ejercicio y la búsqueda del poder son incompatibles con la capacidad de amar, y que es posible la existencia de un mundo en el que los seres humanos puedan vivir conforme asus instintos naturales sin necesitar del uso de la fuerza y del empleo de imposiciones que provengan del poder.
A continuación el autor analiza el cambio que experimentó a partir de 1850 a partir de su decepción en la política como medio de cambiar el mundo y del conocimiento en 1854 de los escritos de Schopenhauer -que tiene lugar cuando ya está escrito El Anillo y había compuesto la música para El Oro y La Walkiria-. y de la filosofía derivada de dos religiones orientales: el hinduismo y el budismo, y la visión de la vida como algo trágico: los auténticos valores están fuera del espacio y del tiempo, no pertenecen a este mundo, siendo la música la manifestación suprema del arte, puesto que nos pone en contacto con lo nóumenal -es la voz de la voluntad metafísica-, lo que no puede representarse porque no es figurativo y la razón no puede comprender.
Tres óperas son las que Wagner concibió tras la lectura de Schopenhauer: Tristán e Isolda, Los maestros cantores y Parsifal. Magee se detiene en cada una de ellas para moestudiar strar como las tres muestran cada una de las maneras en las que podemos entrar en contacto, según Schopenhauer, con lo noumenal: el sexo, el arte -la música- y el misticismo basado en la compasión y en la abnegación.
También se detiene a analizar la relación de Wagner con el cristianismo y con Nietzsche, al que conoció al final de su vida cuando ya había compuesto todas sus óperas excepto Parsifal, analizando también las causas de su distanciamiento. El libro termina con un apéndice dedicado a estudiar el antisemitismo de Wagner y su relación -o no relación- con el nazismo.
Ha sido ese libro que cae en las manos en el momento adecuado y me lo he cepillado en un "tres i no res".