No me he podido resisitir a dejar en el blog unas líneas sobre la novela de James Herriot que acabo de releer, Todas las criaturas grandes y pequeñas.
Es una novela autobiográfica llena de anécdotas de un veterinario rural; unas son muy divertidas y algunas son un poquito tristes, pero os prometo que disfrutaréis de cada página.
Sobre uno de sus clientes, llamado Sidlow:
Llevaba con nosotros más de un año pero eran unas relaciones bastante incómodas, ya que Siegfried había conseguido ofenderlo profundamente en su primera visita. Se trataba de un caballo moribundo, y Sidlow, al describir el tratamiento que llevara a cabo, dijo que le había estado metiendo cebollas crudas por el recto. No comprendía por qué no podía sostenerse en pie. Siegfried le había indicado que, si él insertara una cebolla cruda por el recto del señor Sidlow, tampoco este podría sostenerse sobre sus piernas.
Fue un mal comienzo, pero realmente no quedaban más veterinarios. Así que siguió con nosotros.
Una reflexión sobre la profesión veterinaria:
El dinero siempre ha formado una barrera entre el granjero y el veterinario. Creo que obedece a que hay una convicción grabada profundamente, tal vez subconscientemente, en la mente de muchos granjeros de que ellos saben más de su ganado que cualquier extraño, de modo que pagar algo por cuidarlos es una pura admisión de su derrota.
Y aprovecho la entrada para enseñarlos a la monada que vive ahora con Mork: se llama Teseo