El jueves 2 de agosto de 2018, la explosión de una estufa en la Escuela Nº 49 Nicolás Avellaneda de Moreno mató a la vicedirectora Sandra Calamano y al auxiliar Rubén Rodríguez. El día anterior, la primera víctima fatal se había quedado hasta las 18, fuera de su horario laboral, a la espera de una reparación solicitada en varias oportunidades, pero que –otra vez– no llegó.
Si la Dirección Provincial de Infraestructura Escolar funcionara como debería, Calamano y Rodríguez seguirían vivos y trabajando con la vocación docente que colegas y padres de alumnos les atribuyen cada vez que los recuerdan. Si la estufa hubiera estallado más tarde, quizás también habrían muerto alumnos, padres y más trabajadores de la escuela. Tal vez en ese caso, la prensa de alcance nacional habría replicado los reclamos de la comunidad de Moreno contra el gobierno de María Eugenia Vidal.
Poco tiempo después de la tragedia (medios dixit), los integrantes del Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján decidieron participar de la realización de un documental que diera cuenta de la lucha que personal docente y no docente, padres, alumnos, vecinos de la Nicolás Avellaneda llevaban adelante para reclamar justicia por Sandra y Rubén, y para denunciar el desmantelamiento de la educación pública en la Provincia de Buenos Aires. Juan Mascaró terminó dirigiendo Escuela Bomba: dolor y lucha en Moreno, que en el primer semestre de 2019 se exhibió en los festivales internacionales 9° FICiP y 18° FICDH, en el Bachillerato Popular Carlos Fuentealba, en el marco del conversatorio Pensar las prácticas docentes desde su integralidad que la Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Cuyo organizó en la ciudad de Mendoza, y en el marco del Congreso de Educación y Política auspiciado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán.
También en la primera parte de 2019, la Gerencia de Exhibición del INCAA acordó con Documentalistas Argentinos (DOCA) el estreno de Escuela Bomba en el Gaumont. Quedó reservado el jueves 1º de agosto, justo un día antes del primer aniversario de la explosión.
Sin embargo, el lunes 29 de julio, la misma gerencia del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales se contactó con el equipo de producción del largometraje para comunicarle la cancelación del estreno. “La película no fue producida por nosotros”, adujeron. En diálogo con Horacio Cecchi de Página/12, Mascaró desbarató el argumento al recordar que el INCAA estrenó “por lo menos diez películas” que DOCA produjo sin subsidio oficial.
Escuela Bomba se proyectó igual, el jueves 1º a las 20, no en una sala, sino en la vereda del Gaumont. Desde entonces, el film avanza por un circuito alternativo de exhibición en la Ciudad de Buenos Aires. Las próximas funciones tendrán lugar hoy a las 16 en el Espacio Cultural Nuestros Hijos y los lunes de agosto a las 20 en el Centro Cultural de la Cooperación.
El desplante del INCAA con este largometraje se convirtió en episodio –secundario pero no por eso insignificante– de la historia que comenzó un año y dos días atrás con otro plantón estatal, muchísimo más grave por sus consecuencias letales. A su manera, el nuevo capítulo volvió a visibilizar la inconducta gubernamental y la reacción ciudadana contra el perjuicio ocasionado. Acaso por eso, repercutió poco en la agenda noticiosa de los medios de alcance nacional.
Aún silenciado por la prensa con mayor capacidad propaladora, el estreno frustrado en el Gaumont terminó dándole un espaldarazo a Escuela Bomba. Por lo pronto, invitó a especular sobre los verdaderos motivos de la decisión que el INCAA comunicó a último momento: ¿la proximidad de las elecciones primarias y abiertas?, ¿la coincidencia con el primer aniversario de la explosión?, ¿un posible cupo establecido para la proyección de documentales nacionales molestos, que se empecinan en reivindicar la educación pública (en este punto vale recordar los desembarcos de Mocha de Francisco Quiñones Cuartas y Rayan Hindi, La escuela contra el margen de Lisandro González Ursi y Diego Carabelli, Las facultades de Eloísa Solaa)?
Algunos espectadores también imaginamos que las autoridades del Instituto de Cine adoptaron la siguiente máxima de Arturo Jauretche: “Mientras los totalitarios reprimen toda información y toda manifestación de la conciencia popular, los cabecillas de la plutocracia impiden, por el manejo organizado de los medios de formación de las ideas, que los pueblos tengan conciencia de sus propios problemas y los resuelvan en función de sus verdaderos intereses”.