Sirva el magnífico título de una canción de Pink Floyd para expresar mi hastío. También podía haber titulado este post como “Impunidad”, pero de tanto uso la palabra deja de tener esa fuerza original.
Porque si ayer les hablaba de la conciencia, hoy me van a permitir hablarles de la rendición. De la rendición de la razón al uso de la fuerza. De las palabras frente a los hechos. Del triunfo de la impunidad como norma frente a la desarmada ciudadanía.
No vayan a pensar ni por un momento que la impunidad es patrimonio del estado de Israel solamente. Eche la mirada hacia atrás unos cuantos meses y descubrirá que las democracias han amparado, justificado y bendecido un golpe de Estado con todas sus palabras en Honduras. Y que más allá del sainete montado, lo que ha quedado es la impunidad de los golpistas, que no sólo se han salido con la suya, sino que han abierto brecha demostrando el camino a otros aventureros que lo quieran seguir. Y por partida doble, la impunidad manda un mensaje tremendo a los pueblos que se quieran emancipar de la política de “lo-único-posible” en que nos instalamos: os vigilamos.
Pero siga recorriendo el tiempo otro poquito más. Piense en ese macro robo a escala planetaria que han producido la banca global en nuestros bolsillos. Piense en la cantidad de empleo destruido por esa crisis de avaricia. La cantidad de sueños rotos, de derrotas, de vidas destrozadas detrás de un despido. Piense en los sacrificios que nos piden, el recorte en el estado del bienestar que nos proponen. Piense en que cuando hablaban de refundar el capitalismo, coño!!, entendimos otra cosa. Que creímos que iban a moralizar el mercado, acabar con los paraísos fiscales, el crear políticas fiscales más justas, en cortar de raíz el abuso de los mercados creando una tasa planetaria.
Pues todos aquellos culpables de todos esos sueños rotos se van de rositas. Y aquellos culpables configuran el nuevo medievalismo de relaciones económicas donde los derechos serán una especie a extinguir, avalados por aquellos que pontifican recortes con sueldos de privilegio blindados. Todos ellos se ven impunes y más ricos, lo cual, además de cara de derrota te queda otra de gilipollas.
Pero siga, siga… No se corte. Piense en otros años más atrás. Piense en aquella fastuosa sesión del Consejo de Seguridad de la ONU. De aquel retrato negro en forma de ministra que defendió nuestra posición en la búsqueda de armas de destrucción masiva y aquél general armado de un powerpoint que causó estragos. Piense en esa guerra genocida que se produjo por una mentira fabricada desde el poder, en los centenares de miles de muertos inútiles por algo que nuca existió. En los centenares de miles de personas que recuerdan a un ser querido mientras esquivan hoy bombas de un terrorismo que antaño nunca existió en sus vidas.
Y ahora fíjese en el trío de las Azores. Uno da lecciones entre abdominal y abdominal, otro un día abre un negocio verde y al día siguiente le nombran consejero de alguna petrolera beneficiada por esa guerra. Y el otro masca chicle en su rancho. Eso si. Todos con la absoluta convicción de tener en el bolsillo la impunidad absoluta que les absuelve.
Y siga, siga. Seguro que se le ocurren varios ejemplos más…
A mi ya no me apetece seguir pensando que todos los hechos que marcan nuestra derrota como ciudadanos de pleno derecho llevan un sello que pone impunidad.
Sigo con Pink Floyd.
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