Condenándome a la eterna búsqueda de un lugar de origen. PizarnikEscribir muy despacioPara tener concienciaDe la palabra que palpita.
Ser testigo de una hoja convirtiéndose en hojarascaY del viento metiendo su mano por las ventanas y corriendo las cortinas.
Asombrarme de la trasparencia y el calor que hace posible el color entre las cosas.Resumir hasta tachar o borrar todos los versos y dejar solo la palabra inevitable.
¿Por qué sufro? Hay tantos escombros y rostros en pánico,Tantos patiosDonde siempre está el caracol y la dalia.
Solares con muros de adobe y niños acuclillados buscando el silencio.Es un óleo que jamás he logrado mirar desde el fondo,Como la mujer asomada a la ventanaO el acordeón presagiando la agonía.
Yo sufroY es amable este dolor y esta sensación de no hallarme, de buscarme y verme,De reflejar la cara estupefacta, el rostro enardecido, el semblante confuso y repleto de cansancioComo si estuviera condenado a ser un retrato de pasión y expiación en los pasillos.
Me seduce el terror que se me sale como enredadera de los ojos,El atroz mutismo con que reto el cristal o la presencia misma que abisma.
Hay otro en mi pupilaUna mosca, un pozo, una profunda salida que no logro.Y estoy huyendo siempre.Puentes colgantes que van de mi desolación hasta la habitación de la infancia.La fotografía de un niño sabiéndose recuerdo.Un ojo asustadoEsa es la metáfora moderna.
Hablo de los años cuando el hombre encendía el fuego para contar historias.Digo que todo es penumbra,Miedo a las sombras,A los espectros que nacen de la duda y la inocencia.
Lo mejor era estallar,Besar la piel del rostro de alguien entregando la presencia de la fe Como algo natural que ocurre tan lejos Entre dos estrellas que pasan cada una hacia el olvido.
Yo me rompo,Me agrieto hasta ser pedazos de barro reseco o pútrido desierto.Pero a veces se posa en mi resequedad una mariposa;De esas terribles cosas hablo.
Días poéticos como pestañas entornando el tiempo y las ganas del cariño.
Quiero un detalle del pabellón de mi oreja,Tener mi espalda de frente entre mis manos,Llegar a los lugares imprecisos e imposibles de mi cuerpo;Ese territorio que me basta para decir que no se conoce nada.
Y yoQue tengo una apariencia,Un racimo de necesidadesComo cascabeles colgando en una cuna vacía.
Quiero empacar mis pensamientos al vacíoY en este verso escribir un espacio para decir que callo.
Hay relojes que no marcan nadaY otros que insisten en algo, que le hace falta ver a alguien, para morir tranquilo.Hay relojes para decir que existen cosas inservibles o inolvidablesY una felicidad como la fachada de un terminal inmenso.
Uno a veces marca vidas como si se tratara de dejar testigos de la desolaciónY son seres que llevan el desplazamiento palpable en la tristezaY esperan a la entrada de los cafés como si atisbaran una ausencia.Es que todo, a veces pareciera, resumirse, en aguardar las despedidas.