No hay manera de expresar cuanto dolor y cuanta impotencia por la partida prematura de Francisco. No hay manera de decirle a su familia cuanto sentimos semejante perdida. No hay manera de decirte, Francisco, cuanto afecto quedó suspendido con tu ausencia. Tuve el extraordinario privilegio de que fuéramos amigos, para mí fue maestro, profesor, tutor, jefe y pana. Referente incuestionable desde lo cotidiano del día a día, hasta la trascendencia del ejercicio de la política como subversión. Francisco Javier, sencillamente sintetizó al hombre nuevo del que tanto nos habló el Che Guevara. Su asesinato deja a su familia herida en lo más profundo del corazón, y al pueblo zuliano aún más sometido a las garras de la derecha apátrida, aún más expuesto a la violencia y la impunidad, a la miseria y el desamparo de los poderes del estado burgués. La revolución pierde fuerza cuando permitimos que maten a la vanguardia, nuestra revolución, no es cierto que sea pacífica, ha costado la vida de muchos, a veces invisibilizados, que, como Francisco, cual David contra Goliad, se enfrentaron a los demonios de la reacción. Nuestra revolución necesita que arreciemos el trabajo de la construcción socialista y que reivindiquemos a los caídos retomando sus luchas, no dejándolos caer en el olvido al que los quieren confinar en función de mantener el status quo. A sus viejos, a Maribel, sus muchachas y nietos, a Yolanda, Lola y Arcadio y a la familia, en general, mi más sentido abrazo de condolencias por su desaparición física. Al pueblo del Zulia, los deseos inmensos de que tomemos la bandera de Francisco, de que sigamos su ejemplo revolucionario para que a su lamentable desaparición física se le pueda restar un mínimo de sin razón.
Y con Alí te cantamos, “los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos”. irimoli@hotmail.com