Ante el atardecer de la democracia

Publicado el 14 agosto 2019 por Vigilis @vigilis
Desde las elecciones de diciembre de 2015 que evidenciaron la quiebra del bipartidismo España vive en una situación de excepcionalidad política. Casi cuatro años han pasado en que las legislaturas son muy cortas y los gobiernos muy débiles o no llegan a formarse.
Contexto histórico: la anarquía (2015-2019?)

La política como continuación de la guerra por otros medios.

En 2015 el PP de Rajoy ganó con 123 escaños y no logró los apoyos suficientes para la investidura. Aquellas elecciones también brindaron la oportunidad al PSOE (90 escaños) de gobernar, oportunidad que no fructificó llevando así al país a unas nuevas elecciones tan solo seis meses después de las anteriores.
En 2016 vuelve a ganar el PP de Rajoy aun exudando casos de corrupción por todos los poros (134 escaños). El aumento de apoyos de los populares indicaban de alguna manera que serían ellos los que tendrían que formar gobierno, algo que solo podría suceder con el apoyo del PSOE, justo lo que pasó en la anterior investidura fallida. La posibilidad de un gobierno del PSOE (84 escaños) también se puso sobre la mesa, con el líder de los chavistas proponiendo un gobierno de coalición. Rajoy rechazó ser propuesto por el Rey para la investidura al no tener apoyos y el PSOE, con un acuerdo con Ciudadanos (32 escaños), presentó su candidato que no fue aprobado.
Septiembre de 2016 fue un aciago mes para el PSOE, parecía aquello una jaula de grillos. Con las dimisiones de su dirección, los malos resultados en las elecciones gallegas y en algún otro lugar y la expulsión de la silla de su líder finalmente el Rey vuelve a proponer a Rajoy para la investidura que gana en segunda votación gracias a la abstención gratuita (es decir, sin acuerdo de gobierno) de 68 de los 83 diputados socialistas presentes.
Esta fue una legislatura muy corta, con un gobierno en minoría y acosado por los casos de corrupción. Tras solo una año bronco discurrido, en el momento de mayor debilidad política del país, facciones de la reacción secesionista catalana tratan de dar un golpe de Estado. Y con el polvo aún asentándose nueve meses después la sentencia del caso Gürtel señala al PP como partícipe a título lucrativo. La reacción del PP fue no hacer nada. El PSOE planteó entonces una moción de censura que ganó por 11 escaños.
Así comienza la primera legislatura de Pedro que dura ocho meses, tres de los cuales está de vacaciones (la parienta encantada: la enchufaron en un chiringuito y se pasa el día de viaje en lugares exóticos). Y esta pequeña legislatura se acaba ante la imposibilidad de pactar la Ley de Presupuestos Generales del Estado, en la práctica la única ley que tiene que aprobar un gobierno para llamarse gobierno. Hubiera sido una proeza sacar adelante la ley con solo 84 diputados y practicando el unilateralismo: ¡tendrían que atrapar en los baños y ascensores a doscientas señorías!
Las elecciones de abril de 2019 dan por ganador al PSOE por primera vez desde 2008. Sacan 123 escaños, los mismos que el PP cuando empezó este periodo de anarquía, aunque bien es cierto que se hace necesario recordar que son las primeras elecciones después de que el PP se revelara como algo parecido a una organización mafiosa. No es de extrañar por tanto la subida de Ciudadanos (una subida menor que la esperada) y la aparición de la facción de extrema derecha del PP en forma de Vox. Así, con cinco partidos de caracter nacional, es amplia la diferencia que hay entre el primero y el segundo (PP, 66 escaños). Esto hace que se interprete el exiguo apoyo al PSOE como algo más robusto de lo que realmente es. Sin embargo el PSOE sigue sin poder llegar a acuerdos para investir a Pedro, pese a que tan solo un acuerdo con el PP ya le garantizaría una legislatura larga y tranquila están buscando infructuosamente lograr el apoyo de los golpistas, los reaccionarios separatistas, los coleccionistas de cabezas de pigmeo y dientes de esquimal y de todos los que quieren que España pase a llamarse Chorrilandia y dedicarse a medir cráneos mientras comen nueces.
El problema

La mayoría de la población es consciente de la anomalía de este periodo. Esta ya no es una situación singular. Han pasado tantos años de anarquía que podemos hablar de un nuevo normal: un sistema de varios partidos que, pese a que no les guste a estos partidos, están obligados a entenderse.
Pero el acuerdo no es posible como se vio en las fugaces legislaturas previas. Aunque los acuerdos PP-PSOE lograran amplias mayorías para obtener gobiernos estables tanto un partido como el otro esgrimen siempre que al ser el segundo más votado tienen la obligación de ejercer el liderazgo de la oposición. Una excusa inventada para evitar llegar a acuerdos. Luego te vas al Parlamento Europeo y sorprendentemente votan juntos casi siempre pero aquí debe ser el aire de la Tramontana o del Lebeche que les hace cambiar de parecer y no hablarse como si tuvieran siete añitos y estuvieran enfurruñados. La pose, el espectáculo, la comedia, la propaganda.
Y aquí aparece la anomalía de nuestro sistema de partidos. Tenemos un sistema de varios partidos nacionales que hace realmente difícil que alguno vaya a obtener la mayoría absoluta pero sin embargo los partidos actúan como si el resto no existiera o con desprecios, tratándolos como poco más que meras muletas. Como si los programas de los demás no fueran reflejo de la pluralidad de opiniones del país que obligan al que quiere gobernar a tenerlos en cuenta hasta cierto punto (si es que se pretende gobernar para todos). No, aquí cada partido cree que llegará el día en que será capaz de lograr el 100% de los votos y que estos votos serán para siempre.
Es absurdo y hasta cierto punto roza la ilegalidad ya que en el primer artículo de la Constitución uno de los valores superiores que propugna España para su ordenamiento jurídico es el pluralismo político. Y sin embargo aquí estamos, cada día vemos cómo los partidos actúan de forma autónoma, como si el resto no existiera. Pluralismo político tiene que ver con las diferencias de opiniones, no con la cantidad de partidos. No podemos decir que hay pluralismo político si simplemente dejamos que se presenten muchos partidos a las elecciones y cada uno de estos actúa como una ameba de la sopa primordial.
Y este problema del "partido autocrático" es algo transversal. Del pluralismo solo se acuerdan los partidos cuando no tienen opción de estar en el poder, si la tienen les sale del cuello una especie de tumor autoritario que dice que ellos se valen solos y que los demás son idiotas. De momento esto lo vimos en el PP y en el PSOE pero sin duda lo veríamos en los demás si les damos la oportunidad. El problema es sistémico.
El problema 2: Electric Boogaloo

Revista La Flaca, 1873. Escenas de familia. Salmerón y Castelar.

Si preguntamos a cualquier Pepito por los problemas de la política española lo más seguro es que nos hable de los políticos como una especie rumiante diferente de los humanos: que si son ladrones, que si no tienen experiencia en el sector privado, que si no tienen títulos académicos, que si no saben idiomas, etc. Como si el resto de la población a la que representan cumpliera todo eso.
Más aún, nuestro Pepito Metafísico tiene un 70%-75% de probabilidad de votar en elecciones y entonces nos diría que los males mencionados pertenecen precisamente a los que no son de su cuerda. Si apuntamos que estos males también los padecen los "suyos" nos encontrará variopintas excusas. Excusas que no aplicará a los otros, que son los malos.
La actitud de los partidos políticos se traslada como el ébola a sus partidarios y votantes: actuar como si los demás no existieran o como si sus motivos fueran oscuros y malvados. De este votante "autocrático" sale una realimentación a su propio partido en un proceso circular de oferta-demanda-oferta de decir que los demás son malvados. Del partido al votante y del votante al partido. Los votantes esperan que sus políticos se comporten como esos políticos les dijeron en primer lugar a los votantes que deben comportarse los políticos.
¿Ideas políticas o comportamientos políticos?

—Aborto para unos y banderitas americanas para otros.
—¡Bieeeen!.

Fijaos que hablo de comportamiento, no de ideas. Aquí están las columnas que aguantan este problema de la autocracia: la manera en que se sostiene este fenómeno anómalo en nuestra política, fenómeno contrario a lo que dice el primer artículo de nuestra Constitución, fenómeno que practican todos los partidos.
El comportamiento que los partidos critican en otros partidos en ocasiones está justificado como aquella vez que el PSOE robó el equivalente al PIB de Belice en Andalucía para dedicarlo a putas y drogas. Nadie dice que no se deba hablar de esto. El problema es que la conversación política solamente gira en torno a esto. Se censura el comportamiento malvado del otro hasta extremos ridículos como cuando criticaron una campaña contra el maltrato en Andalucía (?) quienes un par de años antes hicieron exactamente la misma campaña.
Todo lo que hacen los demás es malo o tiene motivos ocultos incluso cuando eso lo hacen ellos mismos. Estaría bien hacer un experimento con simpatizantes de los partidos y mostrarles mensajes o comportamientos sin decirles de donde vienen, nos llevaríamos muchas sorpresas.
La aparente enorme distancia que separa a los partidos políticos y que les impide acercar posturas y acordar leyes cediendo y pactando (impedimento que desaparece al cruzar los Pirineos) es una distancia en el comportamiento, no en las ideas. Una distancia figurada porque ya vimos que da igual el comportamiento del que se trate porque lo único que importa para ofrecer un juicio es conocer el emisor.
Es algo que me rechina desde hace tiempo: en España los periódicos tienen sección de política, hay debates de política en la tele, tertulias de política con periodistas especializados en política, etc. Paradójicamente, yo que sigo la actualidad —una vez más— política soy incapaz de recordar ninguna idea política en el debate público. Eso sí, debates, juicios de valor y polémicas sobre el comportamiento político las que queráis. Cada día varias, de hecho, varias chorraditas sobre las que todo el mundo puede opinar como si se tratara esto de un programa de telerrealidad. Mira, Fulanita se ha meado en las bragas, jaja qué burra. Haced el experimento y escuchad por un momento de lo que se habla en los programas de política. Son anécdotas, cosas aleatorias. Es como cuando en la sección de deportes fútbol se ponen a hablar de las vacaciones de un futbolista y no de su partido de fútbol.

Necesitamos una encuesta de sabores de helado por partido político.


¿Y si no son partidos políticos?
Recapitulemos: tenemos a gente organizada en bandas o facciones (es importante conocer que en su origen el sistema parlamentario contemporáneo no tuvo en cuenta la formación de facciones) pugnando por el poder con el objetivo de instaurar un régimen de partido único. Estas bandas actúan criticando el comportamiento de las demás bandas, ignorando en ellos lo que critican en los demás y tratando de llevar al terreno de la política el comportamiento en facetas de la vida para establecer una especie de festival kantiano en forma de propuesta moral absoluta. A estas bandas que aspiran al poder absoluto para instaurar su propuesta moral las llamamos partidos políticos.
Si leemos el anterior párrafo otra vez se trata de algo grave. Si yo soy capaz de llegar a esta conclusión y no me tengo por un antisistema imaginad a la gente que activamente trabaja desde dentro de los partidos y a los derviches de los medios cuyo plato de lentejas depende de las órdenes de estos partidos.
Me imagino lo que pensáis: Pablo cae en eso mismo que critica. En cierta forma denuncio el comportamiento de los partidos y me uno al coro aberrante de voces de la antipolítica. En mi descargo, señoría, diré que lo único que puedo juzgar de los partidos es su comportamiento pues no producen ideas políticas.
Yo no veo verdaderas disparidades respecto al modelo de sociedad política que proponen los partidos: todos defienden el libre mercado (variaciones estéticas que no llegan al 10% del PIB no son verdaderos cambios de sistema), todos defienden el ecologismo rojeras, todos ignoran a los más débiles (presos, muertos de hambre, toxicómanos, suicidas, enfermos mentales) o los usan para sacarse fotos, todos son europeístas (Vox ciertamente no tiene una liturgia europeísta pero tampoco ha producido ninguna idea al respecto),...
Aquí no voy a juzgar que las pocas diferencias entre los partidos sean algo "bueno" o "malo" sino tan solo señalar que aun con pocas diferencias no se ponen de acuerdo.
El atardecer de la democracia
Mirad una cosiña: el sistema democrático de gobierno es el único que demanda de su población un apoyo mayor del, pongamos, 40%. Todas las dictaduras, del caracter que sean, no necesitan un gran apoyo popular porque tienen otros resortes como la policía política, la falta de libertades civiles, etc. La actual crisis de la democracia de la que se habla me temo que debe mucho a la cada vez mayor distancia que hay entre cómo nos dicen que debe funcionar el sistema y cómo funciona realmente.
Y ojo, no le echo la culpa al sistema, si hay alguien a quien culpar mirad un espejo (por la parte que refleja, que por la otra hay una pegatina que pone "hecho en China"). En democracia hemos logrado tal prosperidad y seguridad que parece que ya está todo hecho. Este es un pensamiento terrible. Se diría que toda o casi toda la población es demócrata así que no hay bestias a las que someter. Sin embargo esta idea solo es cierta en parte. La gente es demócrata en cuanto a los medios. La gente —generalizo, claro— cree que la democracia es un sistema político que ofrece los medios para un buen gobierno que a su vez nos lleva a la buena sociedad.
Pero.
Como os he contado, la insistencia de los partidos en ignorar la política y privarnos de sus ideas de "buen gobierno" y "buena sociedad" hace que la democracia tal como la usamos solamente sea un sistema de medios para conseguir un fin que desconocemos.
Este tipo de análisis trasciende fronteras. El atardecer de la democracia es evidente en aquellos países que cuentan con facciones que promueven con fuerza —y en ocasiones colaboración rusa— su diferente moral. No son facciones que produzcan ideas políticas ni nos dicen nada sobre qué consideran "buen gobierno" pero acaso sean las primeras facciones que actúan en el nuevo sistema moral de gobierno que empezamos a padecer. Un sistema donde no se discuten los clásicos aspectos de la teoría contemporánea del Estado sino la forma de vestir de la gente o su dieta. Me refiero a la extrema derecha a quienes les acompañan los promotores de agendas verdes o violetas. Aspectos morales, insisto, y no verdaderas propuestas de la relación entre ciudadano, sociedad y Estado.
Si no empezamos a hablar de política y de los fines de la política nos despertaremos un día en una cosa parecida a la de los ayatolás pero ecologista o reaccionaria con apoyo de la patronal. La tremenda capacidad de adaptación del ser humano en este caso juega en nuestra contra.