Cartesianismo y mecanicismo renovados:
El bien es una bella idea de los seres humanos, un abstractum que presumiblemente no existe en el reino animal (...). Tenemos pocos motivos para suponer que los chimpancés o los gorilas distingan «el bien» del mal. Es evidente que para ellos basta con juzgar una situación como positiva o negativa. Que una cría de mono juegue con su madre le sienta bien y le depara felicidad y alegría; que un hermano le arrebate el plátano de la mano y se lo coma le sienta mal y despierta su agresividad o cólera. Un bien o un mal abstracto, y con él una norma que se deduce de él, es algo que con toda probabilidad resulta extraño a todos los animales a excepción del ser humano.Richard David Precht, 2010El arte de no ser egoísta
¿De verdad es evidente que a ellos les baste "con juzgar una situación como positiva o negativa"? ¿Cómo podemos saber con toda probabilidad que ese «juzgar» no presuponga, para que sea posible el juicio entre lo positivo y lo negativo, algo parecido a eso que nosotros llamamos orgullosamente «pensamiento abstracto»? ¿No es más prudente suponer, de momento, que eso que aparenta ser una conducta moral en otro animal sea efectivamente una conducta moral en lugar de intentar justificar nuestra excepcionalidad desde el principio? Habrá animales que por mucho que yo quiera no posean el mismo grado o el mismo tipo de conciencia que yo, ¿pero a qué viene tanta prisa? ¿Por qué diferente hasta que se demuestre lo contrario y no al revés? ¿Tan egoísta es nuestra ciencia? Antes, con Descartes, se decía que los animales no podían sentir, o no realmente. Después, a partir de Bentham, se les concedió el don de la sensibilidad, pero poco importaba todavía si pensaban o no. Ahora no hay duda: los animales razonan, pero, al igual que pensamos de manera preventiva las veces anteriores, su razonamiento sería una especie de razonar automático y emocional. No como el nuestro, que es meta-racional (sapiens sapiens, aquel que sabe que sabe). Algo parecido se pensó en su momento de las mujeres, a las que se les suponía más sentimentales que racionales (me viene a la memoria Auguste Comte). Los animales deciden lo que es mejor para ellos, pero sería un decidir instintivo, inmanente, por imitación. Tendrían normas morales, en efecto, pero no serían realmente autónomas, las aprenderían pero no las elegirían en el mismo sentido que lo hacemos nosotros, es decir, no tendrían acceso a ellas como una entidad mental diferenciada. Desde nuestro punto de vista harían el bien, pero sin saberlo. Su yo, de tenerlo, sería un yo encerrado en sí mismo, como un yo en dos dimensiones.
Eso es lo que decimos ahora en Occidente, pero ¿y la próxima vez?