Al llegar a casa, curioseando un poco por la Wikipedia, aprendí que en el Sudoeste de Estados Unidos llaman a estos remolinos de polvo dust devil, "diablo de polvo", y también "diablo que baila", dancing devil. Los indios Navajos creían que estos torbellinos eran espíritus de sus antepasados que tomaban forma en las soledades del desierto. Creían que, si el aire del tobellino gira en el sentido de las agujas del reloj, es un buen espíritu, pero de lo contrario es maligno. En los desiertos de Oriente Medio estos remolinos pueden crecer hasta cientos de metros de altura, y los llaman djin, que significa “genio” o “demonio”. Leyendas aparte, los remolinos de polvo se forman cuando una masa de aire recalentado sobre el suelo asciende rápidamente a través de una pequeña bolsa de aire más fresco, formando una columna de aire que gira y avanza. Durante los pocos segundos o minutos que duran, no es raro que estos fenómenos generen vientos de 70 km/h o más. Al girar el polvo, se carga de electricidad estática y produce un campo eléctrico de hasta 10.000 voltios por metro, acompañado de un campo magnético oscilante que provoca ruidos en la señal de radio.
Después de ese día no se me olvida que en los páramos manchegos el aire a veces cobra vida propia. Y eso sí, la próxima vez que se me aparezca uno de estos "demonios", me cuidaré muy bien de mirar en qué dirección gira...