Si estamos hablando de decisiones que van a tener una gran repercusión, que tienen una componente estratégica, y, especialmente, si tienen a ver con la innovación, y por lo tanto implican una gran dosis de creatividad, no es bueno tener prisa en tomarlas. Procrastinar o postergar la toma de estas decisiones aporta beneficios, siempre y cuando esto no sea una maniobra dilatoria para no afrontarlas, porque si este es el caso, nos estamos haciendo un flaco favor.
Ya sabemos que las mejores ideas surgen en circunstancias inesperadas, por lo tanto dejémonos algunos momentos de distensión, momentos en que no estemos plenamente focalizados en la toma de la decisión y en que podamos tener la mente relajada. También, como leí recientemente: una buena noche de sueño no duele.
Además, es importante tener en cuenta que vivimos en un entorno de rápida evolución, a menudo lo mejor es parar y mirar. Recoger datos, continuar haciéndose preguntas. Tómate tiempo para absorber la incertidumbre y aprender de ella.
Pregúntate cuanto tiempo de maduración te puedes permitir antes de tomar la decisión y explótalo. Evita el tópico de quien toma la decisión más rápido es el más bueno.