Verónica limpió de sangre, sudor y polvo del camino el rostro de Jesús, con un lienzo doblado en tres pliegues. Cuando tras acompañar a Jesús hasta el monte de La Calavera para su crucifixión, regresó a su casa, observó que en cada uno de los tres pliegues del lienzo había quedado impreso el Rostro de Jesús[1].
Por aquél entonces el lienzo había sido dividido en cada uno de sus tres pliegues, seguramente con la intención de protegerlo mejor de un ocasional expolio. Una de estas partes fue enviada por el Papa Sixto IV a Venecia en 1483, ciudad que sufría una gran epidemia de cólera, motivado por la petición de los fieles que confiaban en que venerando el Divino Rostro, éste les libraría de la enfermedad[2]. Finalizada la epidemia, y tras numerosas presiones del Santo Padre, el Cardenal de Venecia viaja a Roma para devolverla al Papa, cosa que no puede hacer ya que aquél muere en 1484, decidiendo el Cardenal guardarla él mismo en lugar de entregarlo a su sucesor, Urbano VII, movido no se sabe por qué intereses.
A los pocos años, este Cardenal visitó España y aguardaba en Alicante[3] un buque que le trasladara de vuelta a Italia, siendo huésped del sacerdote Mosén Pedro Mena, de la localidad de San Juan. Durante un viaje posterior de éste a Roma con el fin de ganar las indulgencias que daba esta peregrinación, entró al servicio del Cardenal al que hospedó en San Juan, siendo nombrado en este tiempo Mosén Pedro Mena párroco de la iglesia de dicha localidad, decidiendo el Cardenal entregarle como obsequio por su nombramiento, y entre otras, la preciada reliquia, con el deseo de que el Divino Rostro fuera venerado por los habitantes de la localidad alicantina y les sirviera de motivo de devoción y protección.
El velo de la Verónica de Domenico Fetti. 1618
National Gallery of Art Washington, DC.
La fiebre de la devoción popular iba creciendo de forma imparable, por lo que, de vuelta el lienzo a la Iglesia de San Juan, ocho días más tarde, el 25 de marzo, fiesta de precepto en aquellos años, se inició de nuevo otra procesión con dirección a la ermita de Los Ángeles, esta vez como acción de gracias por los milagros ocurrido, y situada junto al Convento de Nuestra Señora de los Ángeles, antigua Patrona de Alicante. Era tal el número de fieles que se hizo imposible realizar la Eucaristía en el interior, por lo que Fray Benito de Valencia[9], oficiante, dispuso que se celebrara al aire libre, disponiendo el altar, presidido por la Faz Divina, bajo un frondoso pino[10]. Durante su predicación, el fraile levitó dos metros, y mientras los fieles gritaban “¡Misericordia!”, en el cielo aparecieron dos faces[11] iguales a la del lienzo, tras lo cual comenzó la ansiada lluvia, motivo de la peregrinación. Éste fue el tercer milagro. Fray Benito de Valencia volvió a citar a los fieles para el siguiente viernes, con objeto de repetir la acción de gracias.[12]
Ante el hecho reconocido y notorio del poder milagroso de la Santa Faz, Mosén Pedro Mena debió sentirse superado, por lo que decidió que tamaña reliquia debía estar en posesión de la Ciudad, donándola al Cabildo. El por qué Mosén no la ofreció a las autoridades eclesiásticas, ni éstas lo reclamaron para sí, parece justificarse por el hecho de que “el clero de las dos únicas parroquias de Alicante en aquella época aparecía ligado con lazos familiares y económicos con los miembros del Concejo de la Ciudad. Pertenecías a una misma clase social, procedentes de las familias privilegiadas. El benéfico que recibían unos repercutía en los otros. La erección de un Monasterio siempre beneficiaba a las clases urbanas dirigentes y la elección de esta ciudad como depositaria de la confianza divina ensalzaba estas tierras, que se verían pocos meses después elevadas al rango de Ciudad por el Rey Fernando.” [13]
Así las cosas, el Cabildo ordenó que se custodiara en el Monasterio de los Ángeles, y constituidas en Pleno las autoridades de la ciudad, recopilaron la información dando traslado de ella al Padre General de la Orden Franciscana y Obispo de Oporto, y al Padre Mateo, Custodio de la Orden Franciscana de Valencia, quienes la enviaron a Roma para su estudio y aprobación. En el año 1525, el Papa Clemente VII, a instancias del Cardenal de Rangónibus, aprobó el 30 de enero el Oficio y Misa en que constaban los hechos.
A partir de aquí, comienza a tomar cuerpo el protocolo establecido en nuestros días. Tras las donaciones económicas de los nobles para la construcción del templo, las luchas entre diversas comunidades religiosas para la custodia de la reliquia y la conservación del templo, la subvención oficial de la administración a los actos que se derivaron de aquel milagro, y la espontaneidad del pueblo para organizarse y configurar su fiesta, se fue haciendo necesario ordenar la participación de todos ellos en los agasajos y conmemoraciones, de forma proporcional a su donación y de acuerdo con la importancia social y política de cada uno.
[1] Actualmente, en la Calle de la Amargura, en Jerusalén, se exhibe una lápida de mármol que reproduce la escena. En el lugar que supuestamente ocupó la casa de Verónica, se levantó una Iglesia.[2] Después de cinco siglos, en las calles de Venecia y en sus templos, se conservan hornacinas con la reproducción de la Faz Divina, y la Santa Sede concedió a la ciudad el privilegio del Rezo de Oficio y Misa de la Santa Faz.[3] Alicante era por aquel entonces Puerto de Castilla, y uno de los mejores del Mediterráneo. Por lo tanto, por aquí transitaban numerosas personalidades y autoridades de ida o venida a la Corte española.[4] El arca medía 175 cm. de largo, 60 cm. de ancho y 80 cm. de alto. El arca fue trasladada en 1924 a la Capilla de Comunión, donde actualmente está la imagen de Jesús Nazareno. El arca desapareció durante la guerra en 1936.[5] Otros cronistas señalan al P. Bendicho como portador.[6] Los franciscanos ejercían su ministerio en San Juan y Muchamiel con motivo de la Cuaresma.[7] En la publicación Nobiliario Alicantino, de 1983, se enumera la ascendencia de Guillén Pascual, que se remonta a San Pedro Pascual. A raíz del milagro de la lágrima, Guillén Pascual pidió al monarca Fernando V que añadiera el apellido “de la Verónica” a los suyos,quedando certificado que varias líneas generacionales ostentan el apellido de “Pascual de la Verónica”.[8] Los cronistas no se ponen de acuerdo. Otras versiones indican que Guillén Pascual ofreció al Cabildo los terrenos (como venta).[9] Posteriormente beatificado.[10] Tres siglos más tarde, el Padre Fabián, s.j., movido por la famosa invulnerabilidad del árbol, que ha sobrevivido incluso al incendio intencionado durante la invasión francesa, visita el famoso árbol y comprueba la solidez y sanura de su tronco, a pesar de estar ya despojado de ramas y encontrarse seco. Parte del tronco del “pi sant” se halla colocado en el crucero del actual Templo de la Santa Faz.[11] En la actualidad, estas dos faces se encuentran en Jaén y en Roma, aunque al parecer hay copias en Oviedo, Madrid, y varios lugares de Francia.[12] Este es el origen de la llamada hora santa, que tiene lugar cada viernes hasta nuestros días, a las 17,00 horas, en el Monasterio de la Santa Faz.[13] Enrique Cutillas Bernal. El Monasterio de la Santa Faz. Religiosidad Popular y Vida Cotidiana.
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(Desde mañana, y hasta el día 5 de mayo de 2011, día de la Romería de la Santa Faz en Alicante, iremos publicando estos artículos):
Monografía alicantina: La Santa Faz, ceremonial, devoción y protocolo.Fundamentos históricos del protocolo de La Peregrina.
Celebraciones paralelas y establecimiento de sus respectivos protocolos.
La Romería de la Santa Faz, hoy.
Conclusiones generales.
Oraciones a la Santa Faz.