Antes, después y siempre

Por Igork
Este escrito constituye un antipost. Largo, estalactítico... Lo que no debe hacerse en internet o en Twitter.
Antes, después y siempre, acepta muchas acepciones. Como el amor eterno, ya sea bello, como el de Tristán e Isolda, falso, como la boda de la Pataky (vendo boda, vendo divorcio, vendo una libra de carne...), o zafio, como el amor que siente Marta Sánchez por sus muslos rellenos de clombuterol o la admiración devota de Gonzalo Miró por sus pectorales de plastelina.

Italianos en retirada. Stalingrado.

 Antes, después y siempre. También son los grandes fabricantes. Hubo en la Alemania nazi un ingeniero brillante, el señor Porsche, que diseñó la joya de la corona, ese monstruo de acero bautizado como Tiger o Panzer IV, que montaba un cañón de 88mm (una barbaridad), y que hoy, sus herederos, fabrican bonitos coches deportivos. ¡Ah! Y el señor Krupps, como el señor Daimler-Benz, hacían cañones y carros de combate para Hitler, y hoy manufacturan nuestras queridas Nesspresso, entre otras cosas. 

Zero Japoneses

Rolls Royce proporcionaba los motores a los famosos cazas Spitfires británicos y a los Mustang norteamericanos, y la Mitsubishi a los destellantes Zero japoneses (Mitsubishi A6M “Zero”) que bombardearon a placer la bahía de Pearl Harbour como un enjambre de golondrinas.Y antes, después y siempre son las violetas que se asoman en la orilla de los bosques, antes de volver a desaparecer.
Antes, después y siempre, era una canción de los Sisters of Mercy, que tuvieron su momento de gloria antes de hacer el más absoluto de los ridículos.
Antes, después y siempre es la injusticia en el mundo, la diferencia abisal entre ricos y pobres. Ya, en 440 d.C el ciudadano romano Salvià se quejaba: «¡Qué indigno crimen! Dos o tres disponen lo que aniquila a muchos; unos pocos decretan lo que han de pagar muchos miserables. ¿Creemos que no somos merecedores del castigo de la severidad divina cuando así castigamos constantemente al pobre?”. Aquello eral el final del mundo antiguo, se acercaba el feudalismo.
Antes, después y siempre es la necesidad de soñar, de express-arte, de amar, de comer. Y también, desde que el hombre perdió el paraíso, es la necesidad de religión, que da consuelo ante el impenetrable muro de la muerte, y que además, causa tantos estragos, líos y guerras en su nombre, que es poder.
Antes, después y siempre somos todos nosotros, vagabundeando algo perdidos por los caminos del Señor (¡o los Señores, según los griegos!), repuestos, replicados y encadenados entre nuestros padres y nuestros hijos.
Antes, después y siempre son las guerras. 400.000 jóvenes franceses se llevó Napoleón a Rusia y volvieron 10.000; 400.000 jóvenes italianos se llevó Mussolini a Rusia y volvieron 10.000. Y debajo de la locura de la guerra, estamos nosotros, los locos humanos.
Antes, después y siempre es la infidelidad, de hombre a mujer, de mujer a hombre, de hombres a hombres y de mujeres a mujeres. Y de padres a hijos y viceversa y así hasta perderse en la historia de los tiempos.

Golondrinas,
by Igor.

Hoy he salido al balcón. El aire de invierno traía una fragancia leve y nueva. La sutil primavera. Que es cuando llegan las golondrinas, así, de repente, ellas también eternas en su cadena de réplicas, las mismas golondrinas que se vieron hace 5.000 años volar sobre Mesopotamia, las mismas que vio Bécquer, las mismas que vemos nosotros, antes, después y siempre.
Y antes, después y siempre es el juego del “un, dos, tres, piedra, papel, tijera”, que acaso cada día juguemos sin saberlo con la vida y la muerte.
Y antes, después y siempre es el mejor truco de los poderosos: hacernos creer que no hay nada que hacer, creer que el mundo no puede cambiar, hacernos creer que debemos cruzarnos de brazos y sólo pensar en llegar a fin de mes, mientras de fondo, suena la tele.