No es una noticia nueva. De hecho no se puede decir que sea noticia. El PP sigue sin seleccionar a su candidato para las elecciones europeas, mientras que los tentáculos de la Gürtel se extienden por (casi toda) la geografía española (6 comunidades en 22 causas distintas, casi nada). Además, el Juez Ruz tiene sospechas evidenciales de que Bárcenas se lucró a costa de la caja B del partido. Lo cual es curioso porque, de ser ciertas las acusaciones y aunque sea verdad que ha robado al Partido, el Partido no puede reclamar ni un euro del mismo, ya que sería lo mismo que reconocer que tenía una caja B. Todo muy al estilo de El Padrino, pero con nuestra Marca España, por supuesto.
La cosa es que, en medio de los escándalos de corrupción, en medio de la vorágine que vive el Gobierno Francés que se da prisa en renovarse tras el batacazo electoral, en medio de, en fin, la situación poco amigable que se vive en Europa, nuestro partido en el Gobierno se permite el lujo de no nombrar a nadie para que vaya a las elecciones. Y no solo eso, sino que se permite hacer campaña sin candidato. ¿Cómo? Pues, sentíos orgullosos, amigos, porque nuestros políticos de pandereta han creado una nueva forma de hacer electoralismo: La Anticampaña.
Y es que uno de los vídeos más comentados de esta semana no es un viral sobre caídas desternillantes (que a mí nunca me hicieron gracia) o sobre gatitos que tocan el ukelele. El vídeo más comentado es el que ha realizado el PP que, al no tener candidato que salga prometiendo cosas que no va a cumplir, ha decidido hacer uno en contra del PSOE bajo el título: “Nadie os echa de menos”. Pero por favor, no os lo toméis como un nuevo argumentario que sostenga su “herencia recibida” ni tampoco penséis que lo hacen porque no tienen nada que ofrecer a un electorado que ya no les cree. Quizá es que nuestro Gobierno, en un alarde de modernidad, quiere renovar la manera de hacer política con este concepto de Anticampaña que, por otro lado, se le da tan bien, porque da la sensación de que es lo que llevan haciendo desde tiempos de Zapatero.
Luego nos extrañamos porque, después de volar cuchillos dentro y fuera del Congreso, ataques graves entre unos y otros y discordia y hostilidad en general, coincidan tres expresidentes en el funeral de otro (vaya mal rollo, es un poco como asistir al ensayo del propio funeral) y hablen animadamente entre ellos, sonrían, se cuenten “qué tal los nietos” y, seguramente, coman juntos o se fumen unos puros a la salud de los ciudadanos.
Y los ciudadanos a lo mejor estamos esperando que nuestros políticos se pongan de acuerdo en algo (y lo más importante PARA algo), que gobiernen para nosotros y no para sí mismos y que se dejen de anticampañas y bombas electorales, y nos pidan opinión alguna vez más, aparte de la única, cada cuatro años, que es cuando nos toca expresarnos a través de unas urnas.
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