El miércoles recibí la noticia (por las redes sociales, por dónde si no) del fallecimiento del poeta Antidio Cabal. Digo que sólo podía recibir esa noticia por las redes sociales porque los medios de comunicación tradicionales de este pueblo chico -infierno grande- poco dicen, o saben, o han publicado, ni ahora ni antes, sobre quién era este señor, ni lo que escribía ni publicaba.
Cabal fue un poeta nacido en Canarias y que pasó la mayor parte de su vida en América, entre otros países en Costa Rica. Olvidado en las islas, en el continente americano vivió un papel fundamental en la literatura del siglo XX, y estuvo muy cerca de algunos nombres como Coronel Urtecho o Ernesto Cardenal. Incluso en otros ámbitos fue corrector de estilo de los presidentes venezolanos Betencourt, Leoni y Caldera. Pero aquí, cero.
Lo conocí hace algunos años por mediación del poeta Antonio Jiménez Paz, en el transcurso de un ciclo que se llamaba La Laguna, ciudad de poesía, y al que se empeñó en traerlo contra viento y marea. Jiménez Paz me conminó a entrevistarlo, yo también desconocía su obra y sus circunstancias, y así lo hice para el suplemento 2C que publicaba La Opinión de Tenerife.
Me encontré frente a un hombre que me apabulló, que conectó conmigo no como entrevistador, sino como persona, y que me despidió cuando terminamos con un gran abrazo. He sentido pocas veces, en mi trabajo, una conexión parecida. Cuando me fui me costó mucho escribir aquella entrevista. Leí sus poemas (qué grande Campo Nublo), y busqué y busqué.
Años después volvimos a vernos en el Camino Largo de La Laguna, una tarde otoñal con viento y humedad. Me saludó con un cálido abrazo “tico”.
El miércoles pensé escribir un obituario aquí. Lo hago hoy, y me doy cuenta de que, en aquella entrevista sepultada en la hemeroteca, me dijo cosas muy bellas. Creo que debo reproducirlas ahora, más allá de cualquier otra lamentación por su muerte.
Nos quedó una deuda con Antidio Cabal, a los lectores de estas islas y a sus representantes. Qué pobres somos culturalmente hablando, y cómo dejamos pasar las oportunidades…
- “Antidio, dígame ¿qué es Canarias para usted?”
– “… hace algunos días me desperté y pensé: quiero volver a Canarias, a vivir allí. Es notable que esta tierra está latente en mí, y en mi modo de pensar y actuar […] Tengo, en algún lugar profundo en mí, un instinto canario. Y el instinto es un mandamiento ciego. Tenemos instinto de comer, de hacer el amor, de defecar, y eso no se rige por ninguna ley que podamos modificar, omitir u olvidar. Quizás en alguna ocasión sentí la misma desazón y volví para retomar mis sentidos perdidos, los recuerdos, mi infancia, pero no los hallé. […] Sin embargo, estos días he vuelto a practicar los sentidos y he encontrado estas paredes, esta gente que es la misma de La Paz, o de Caracas, pero que andan distinto, que son diferentes, no sé si por la luz o por el aire, es algo que he vuelto a sentir, y que ya casi no recordaba, y me alegro de haberlo recuperado.”
Descansa en paz, amigo.