Antología de Álvaro de Campos

Publicado el 05 febrero 2021 por Santosdominguez @LecturaLectores

Fernando Pessoa.
Antología de Álvaro de Campos.
Selección, traducción, introducción y notas
de José Antonio Llardent.
Edición al cuidado de Mario Hernández.
Alianza Editorial. Madrid, 2020.


Esto aparte, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
del cuarto de uno de los millones del mundo gente que nadie sabe quién es
(y de saberse quién es, ¿qué se sabría?),
dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, verdadera, desconocidamente verdadera,
con el misterio de las cosas debajo de las piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.
Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.

Así comienza Tabacaria, uno de los poemas fundamentales de Fernando Pessoa, que se lo atribuyó a su heterónimo Álvaro de Campos, en la traducción de José Antonio Llardent que publica Alianza Editorial en el volumen Antología de Álvaro de Campos.


Fernando Pessoa, aquel extraño extranjero del que habló Robert Bréchon en un libro fundamental, encauzó en la poesía sus trastornos psíquicos y elaboró una obra plural y compleja a través de tres heterónimos -Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos- y el ortónimo Fernando Pessoa, que representan el drama em gente sobre el que se construye una de las obras poéticas más relevantes del panorama poético europeo del siglo XX.


No sé quién soy, qué alma tengo.
Siento creencias que no tengo. Me arroban ansias que repudio. Mi perpetua atención sobre mí perpetuamente me denuncia traiciones del alma a un carácter que quizás no tenga, ni ella cree que tengo.
Me siento múltiple. Soy como un cuarto con innumerables espejos fantásticos que dislocan reflejos falsos, una única anterior realidad que no está en ninguno y está en todos.
Como el panteísta se siente árbol, y hasta su flor, yo me siento varios seres. Me siento vivir vidas ajenas.

Una obra que nace de la niebla interpuesta entre su yo y el mundo y que desde el 8 de marzo de 1914 se resuelve en el drama em gente que vertebra su obra a través de un diálogo constante entre los heterónimos que responde a la ambición abarcadora de Pessoa y a su voluntad de proyectar en ellos la expresión de un mundo plural y una visión multicéntrica, porque cada uno de los heterónimos expresa un concepto distinto de la vida y de la poesía.


Así explicaba Fernando Pessoa la heteronimia de sus textos, el drama em gente que vertebra su obra y del que dice José Antonio Llardent en su espléndida introducción, "Vida, sombra y obra de Álvaro de Campos":

"Fernando Pessoa afirmaba en 1935, unos meses antes de morir, que los heterónimos -voces que oía en su interior, pero de otras pessoas ['personas'] que le habitaban- habían nacido de pronto en "un momento de pura e inesperada inspiración"; concretamente, el 8 de marzo de 1914, cuando contaba veinticinco años de edad. Según su relato del acontecimiento, aquel día -el "día triunfal" de su vida- se encerró en una habitación y, en un estado cercano al éxtasis, escribió los treinta y tantos poemas de O guardador de rebanhos, de Alberto Caeiro; los seis de Chuva oblíqua, del propio Pessoa; los seis iniciales de las Odes, de Ricardo Reis, y, finalmente, "en derivación opuesta a Reis [...], la Oda triunfal, de Álvaro de Campos, sin interrupción ni correcciones". Así, pues, en esta mágica jornada habría compuesto alrededor de mil trescientos versos; es decir, un promedio de un verso por minuto durante veinticuatro horas ininterrumpidas."


De los poemas del más famoso de esos heterónimos, Álvaro de Campos, sensacionista discípulo de Caeiro, nacido en Tavira el 15 de octubre de 1890, ingeniero naval en paro formado en Glasgow, poeta futurista y complejo, decía Ricardo Reis que "son un derramarse de emoción. La idea sirve a la emoción, no la domina."

"Vivir es pertenecer a otro", escribía Campos, un nihilista que se veía a sí mismo como "un Whitman con un poeta griego dentro" y al que Pessoa transferirá su propia desazón existencial, su relación conflictiva con la vida, el amor, el sexo o la muerte.


En la carretera de Sintra al filo de la medianoche, al luar, al volante,
en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación,
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí...

Entre la Oda triunfal, urbana y vanguardista, firmada en Londres en junio de 1914 -"A la dolorosa luz de las grandes bombillas de la fábrica tengo fiebre y escribo"-, y el último poema -"Todas las cartas de amor son / ridículas"-, fechado el 21 de octubre de 1935, un mes antes de la muerte de Pessoa, llevan también la firma de "ese extraño e intenso poeta", como lo definió su autor, algunos de sus mejores poemas: Oda marítima, Lisbon Revisited, Callos al estilo de Oporto o Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra, que termina con estos versos: