Ya he comentado alguna vez que no he leído esta antología de forma sistemática, pero abriéndola al azar he debido leer al final casi todos sus poemas; o puede que me falten algunos, pero he leído muchos de ellos bastantes veces. Recuerdo el primero de Villaespesa que aparecía en la antología; el titulado Jaramago. Leído ahora me parece un tanto cursi, pero hace veinte años me gustaba su sonoridad, y el nombre de esa planta –jaramago-, resulta para mí ahora un término evocador de algo que se fue.
JARAMAGO
¡Ni una cruz en mi fosa!... ¡En el olvido del viejo camposanto, donde no tengo ni un amigo muerto, bajo la tierra gris, sueñan mis labios; y de sus sueños silenciosos brotan amarillos y tristes jaramagos!
Si alguna vez hasta mi tumba llegas, lleva esas pobres flores a tus labios... ¡Respirarás mi alma!... ¡Son los besos que yo soñaba darte, y no te he dado!
Dejo aquí algún poema más:
OFERTORIO
En esas horas íntimas de gran recogimiento,
cuando escuchamos hasta girar agonizante,
en torno de la lámpara que alumbra vacilante,
como una mariposa, un vago pensamiento.
Cuando en la mano helada de una tristeza inmensa
el corazón sentimos temblar, aprisionado,
como un latir medroso de pájaro asustado
y el alma está en la pluma, sobre el papel suspensa.
Cuando en el gran silencio nocturno se percibe
el hálito más tenue, el son más fugitivo,
y se funden en uno los cien ecos dispersos.
Alguien dice a mi oído, con voz muy baja: –¡Escribe!…
Y yo entonces, llorando y sin saberlo, escribo
esas cosas tristes que algunos llaman versos.
LA HERMANA
En tierra lejana
tengo yo una hermana.
Siempre en primavera
mi llegada espera
tras de la ventana.
Y a la golondrina
que en sus rejas trina
dice con dulzura:
- ¡Por aquella espina
que arrancaste a Cristo,
dime si le has visto
cruzar la llanura!
¡El ave su queja
lanza temerosa,
y en la tarde rosa,
bajo el sol se aleja!
Desde su ventana,
mi pálida hermana
pregunta al viajero
que camina triste:
- ¡Por tu amor primero,
dime si le viste
por ese sendero!
¡Pero el pasajero
su calvario sube,
y se aleja lento,
dejando una nube
de polvo en el viento!
Desde su ventana
a la luna grita
mi pálida hermana:
- ¡Por la faz bendita
del Crucificado,
dime en qué sendero
tu rayo postrero
su paso ha alumbrado!
¡La luna la vaga
llanura ilumina,
trémula declina,
y en el mar se apaga!
Acaso yo, errante,
pasé vacilante
baja tu ventana,
y sin conocerme,
mi pálida hermana,
preguntes al verme
venir tan lejano:
-Dime, peregrino:
¿has visto a mi hermano
por ese camino?