Antona quiere tocar poder y nada hay que reprocharle porque ningún partido es una ONG y todos nacen con ese único objetivo, digan lo que digan sus líderes y dirigentes. Lo que ocurre con el líder en funciones del PP canario es que lleva jugando al despiste demasiado tiempo como para intentar ocultar la aspiración que en realidad ha determinado todos sus movimientos. La ambigüedad calculada sobre sus verdaderas intenciones en la que lleva instalado Antona desde el comienzo de la legislatura es una estrategia que, a la larga, muestra mucho más de lo que pretende ocultar y eso es lo que ha pasado ahora.
En un encuentro con los suyos en La Palma, convenientemente filtrado a determinados medios, Antona ha puesto negro sobre blanco cuál es su aspiración: presidir el gobierno de Canarias o, en su defecto, formar parte del mismo. El momento elegido para postularse tampoco es fruto de la casualidad: un día después de que los nuevos consejeros del Gobierno en minoría tomaran posesión y con Fernando Clavijo pidiendo diálogo y empezando a contar los centenares de días que aún faltan para unas nuevas elecciones generales. No me extrañaría que a más de uno y de una se le haya atragantado esta mañana la tostada y amargado el café con leche ante el órdago de alguien que, en contra del que ha sido siempre su discurso oficial para la galería, introduce más inestabilidad si cabe en la política canaria.
Antona, además, ha tenido el atrevimiento de pedirle a los que quieren enviar a CC a la oposición que negocien la moción de censura y que, cuando la tengan lista, le den un toque para firmarla como candidato a la presidencia de la comunidad autónoma. De buenas a primeras, el sacrosanto principio de que gobierne la lista más votada – la del PSOE en este caso – que tanto ha defendido también el PP ya no rije si de lo que se trata es de que Antona sea presidente. Por lo demás, el argumento de que el PSOE no puede liderar la moción de censura porque es el responsable de la actual inestabilidad es algo que nadie puede tomarse en serio y que ni el mismo Antona se cree.
Pero más allá de contradicciones, el cambio de posición del líder popular tiene aspecto de carambola de billar: bloquear la posible moción de censura al postularse como presidente y venderle a precio de oro a Clavijo el apoyo parlamentario o incluso la entrada en el Gobierno para alcanzar la añorada estabilidad que él mismo acaba de pulverizar más si cabe. A Fernando VII, aquel rey absolutista aficionado al billar pero pésimo jugador, sus cortesanos le colocaban las bolas en la embocadura para que él sólo tuviera que empujarlas dentro. Nació así la conocida expresión “ponérselas como a Fernando VII” que, mutatis mutandi, podemos cambiar por “ponérselas como a Asier Antona”.