Antonio Canales

Publicado el 08 septiembre 2011 por Juliobravo
Admiro y aprecio a Antonio Canales desde hace mucho tiempo. Es uno de los más grandes artistas del baile flamenco, pero su cabeza no siempre ha sabido estar a la altura de su talento; en realidad, esto último ha ocurrido en muy escasas ocasiones. Y las imágenes que han inundado las televisiones en los últimos días, y que imagino que darán que hablar durante unas cuantas semanas más, van a enterrar un poco más al artista, devorado por un personaje que me parece, perdón por el adjetivo, repulsivo.
Al hilo de este escándalo me ha venido a la mente la figura de Antonio Ruiz Soler, tan grande que no necesitaba de apellido: era Antonio el bailarín. Tuve ocasión de conocerle y de compartir con él varias veladas, siempre gracias a María Rosa, como conté hace poco tiempo en este mismo blog. Al concluir una de aquellas cenas, Antonio dijo que nos fuéramos a Zambra, a ver a Antonio Canales. «¡Ese sí es un artista de verdad!», recuerdo que dijo. Le admiraba, decía, por su genio interior, por la sinceridad de su baile, por su duende, por su magnetismo.
Antonio Ruiz Soler fue una figura irrepetible, uno de esos artistas distintos, siempre luminosos, imaginativo e innovador. Su huella en la danza española es imborrable, pero en sus últimos años se convirtió en su peor enemigo. En los años ochenta fue mucha su exposición pública en las fiestas que se celebraban en Marbella y al calor de su figura se acercaron un buen número de aprovechados de los que no supo (quizás no quiso) defenderse, y que colaboraron a que el personaje fuera erosionando poco a poco la memoria del artista. Tampoco sus declaraciones ayudaron a evitarlo.
A Canales le ha pasado algo parecido. No hay dos artistas comparables, y probablemente su trascendencia en la danza española nunca hubiera sido igual que la de Antonio, pero su talento es extraordinario. Hace siete u ocho años, en una gala en el City Center neoyorquino, bailó después de que lo hiciera Farruquito, el gran fenómeno de aquel momento. Éste había dado un recital de nervio y arrebato flamenco. Canales, con veinte años más que él, pasado de peso, entró desde uno de los laterales y caminó, despacio, muy despacio, hacia el centro del escenario... Para mí, hubo mucho más arte en ese paseo que en todos los giros y zapateados de Farruquito.
Creo que a Antonio le ha perjudicado notablemente la rivalidad con Joaquín Cortés. Éste, antes de enredarse en esa narcisista espiral que no le ha dejado crecer como hubiera sido de desear, tuvo el favor de la prensa (también de la del corazón, para quien fue un entretenido juguete) y del público, y Canales -que me corrijan si me equivoco- se enceló. Dentro del mundo del baile, los partidarios de Antonio superaban a los de Joaquín (no era mi caso,), pero popular y mediáticamente la repercusión de éste era mucho mayor. Y eso, junto con su propia inestabilidad, su inseguridad y muchos malos consejos, han ido erosionando una imagen que -¡ojalá no sea así!- puede haber sellado ya su defunción.