El político español Antonio Cánovas del Castillo nació el 8 de febrero de 1828, en Málaga. Fue la figura clave de la Restauración española. A partir de 1875, como jefe del Partido Conservador, presidió numerosos gobiernos. Pero, sobre todo, creó el sistema político de aquel periodo, basado en la Constitución de 1876 y en el turnismo (alternancia en el poder de conservadores y liberales). Fue asesinado por un anarquista el 8 de agosto de 1897, en Santa Águeda (Guipúzcoa).
Antonio Cánovas del Castillo
Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), político, historiador y escritor español, presidente del gobierno en reiteradas ocasiones (desde diciembre de 1874 hasta 1895), artífice del sistema político de la Restauración (no en vano llamado ‘canovista’) y figura señera del conservadurismo español. Nació el 8 de febrero de 1828 en Málaga, hijo de un maestro de escuela, Antonio Cánovas Sánchez, que falleció cuando él tenía sólo 15 años, y de Juana Castillo Estébanez. En 1845, se trasladó a Madrid bajo la protección del escritor Serafín Estébanez Calderón, primo de su madre. Estudió derecho y se relacionó con los medios intelectuales y políticos del momento. La historia fue la gran afición de su vida. En 1851, apareció su novela La campana de Huesca, y en mayo de 1860 ingresó en la Academia de la Historia. Estuvo interesado por el largo reinado de la Casa de Habsburgo; expondría sus conocimientos sobre la misma en sus Estudios del reinado de Felipe IV (1888-1889), dando muestra de sus dotes de historiador crítico y pragmático. Trató siempre de llevar las reflexiones históricas a la vida política, para evitar los errores del pasado. “La historia me ha llevado a la política” fue uno de sus célebres asertos.
2 PRIMERA ACTIVIDAD POLÍTICA
Colaboró en la redacción del Manifiesto de Manzanares, programa político del pronunciamiento protagonizado por el general Leopoldo O’Donnell y hecho público en julio de 1854. Resultó elegido diputado a las Cortes Constituyentes en noviembre de ese año. Si bien ocupó cargos con los gobiernos de Unión Liberal, tales como el de ministro de Gobernación (desde marzo hasta septiembre de 1864, en el gobierno presidido por Alejandro Mon) y ministro de Ultramar (entre junio de 1865 y julio de 1866, en un gabinete encabezado por O’Donnell), soñaba con una realidad política muy distinta. En 1867, pasó a ser miembro de la Real Academia Española. Durante el proceso que llevó al triunfo de la revolución de 1868 permaneció neutral. En medio de los sucesivos y problemáticos avatares del consiguiente Sexenio Democrático (1868-1874), diseñó un régimen de concordia, integrador de todos los desengañados con la revolución, que estaría culminado por el ejercicio monárquico de la Casa de Borbón, concretamente en la persona del entonces príncipe Alfonso (el futuro Alfonso XII), hijo de la destronada reina Isabel II. En enero de 1869, fue elegido diputado a las nuevas Cortes Constituyentes, en las cuales defendió la candidatura al trono de Alfonso, para la que sólo pudo obtener dos votos en la elección que tuvo lugar en aquéllas el 16 de noviembre de 1870 y tras la cual resultó elegido rey de España el duque italiano Amadeo I. A partir de agosto 1873 pasó a dirigir oficialmente la causa de la derrocada Casa de Borbón, por encargo personal de Isabel II. Cuando el general Arsenio Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII el 29 de diciembre de 1874 en Sagunto (Valencia), tras un pronunciamiento militar, Cánovas se había convertido ya en el hombre indiscutible del nuevo régimen, dado su acercamiento a la persona del nuevo monarca. Dos días después, presidió el primer gobierno de la Restauración, si bien éste no fue confirmado por el ya rey Alfonso XII hasta el 9 de enero del año siguiente. Comenzaba así su gran obra política: el llamado sistema canovista, eje político del periodo histórico que comenzaba entonces.
3 EL SISTEMA CANOVISTA
Político realista, escéptico, sin caer en el relativismo absoluto ni en una carencia de principios, fue a la vez un pensador y un hombre de acción. Los puntos esenciales de su pensamiento político derivan de su experiencia historiográfica. Definía a la nación como una realidad independiente, resultado de la historia, en ningún modo resultado de la voluntad de un pueblo y, por tanto, sujeta sólo a unas normas superiores y anteriores a cualquier decisión particular. Estas normas constituyen las ‘verdades madres’, conjunto de principios que no admiten discusión: libertad, propiedad, monarquía, dinastía hereditaria y la soberanía conjunta de Rey y Cortes. Estos principios son la ‘Constitución interna’; la otra Constitución, la ‘concreta’, debe limitarse a recoger e interpretar el fondo permanente de la Constitución interna. Para reglamentar la lucha política, establecía un reparto alternativo del poder entre dos partidos principales (el denominado turnismo). Temía al sufragio universal y libre porque supondría la imposición del número frente a los mejores, por eso recurrió a la manipulación del voto (caciquismo). A la Corona le correspondía ser el árbitro entre los dos partidos a la hora de la alternancia.
4 LABOR DE GOBIERNO
Convertido en jefe del gobierno provisional de la monarquía restaurada, pudo llevar a la práctica su proyecto político. Desde diciembre de 1874 hasta febrero de 1881, cuando presidió tres gobiernos de diversa duración (31 de diciembre de 1874-12 de septiembre de 1875, 2 de diciembre de 1875-7 de marzo de 1879 y 9 de diciembre de 1879-8 de febrero de 1881), tuvo que solucionar problemas heredados e institucionalizar el nuevo régimen. Durante ese lapso de tiempo, en el cual también ocupó el cargo de ministro de Estado (enero-marzo de 1880), se puso fin a la tercera Guerra Carlista (1876) y en la guerra de Cuba se llegó a una solución momentánea del problema independentista (Paz de Zanjón de 1878). La nueva Constitución, promulgada el 30 de junio de 1876 y base legal del régimen, fue aceptada por la mayoría del los grupos políticos. Una comisión de ‘notables’, procedentes de todos los partidos leales a la monarquía restaurada y presididos por Manuel Alonso Martínez, elaboró las bases del texto constitucional, con participación muy directa de Cánovas. La Constitución de 1876, moderada y flexible, partía de las ‘verdades madre’ y concedía al monarca grandes atribuciones, especialmente como árbitro entre partidos y como comandante en jefe del Ejército. Fue una Constitución de larga vigencia, permaneciendo hasta 1931 (con el intervalo de suspensión de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, desde 1923 hasta 1930). Cánovas se preocupó porque existieran dos grandes partidos en que se apoyara la monarquía. Primero consolidó su propio partido, el Conservador, que integró a moderados, unionistas y progresistas desengañados. Después, ayudó a crear un partido de izquierda dentro del sistema. Práxedes Mateo Sagasta, procedente del proceso iniciado con la revolución de 1868, fue la persona capaz de unir y dirigir este conglomerado de antiguos partidos revolucionarios (constitucionales, radicales, demócratas) que en 1879 se transformó en el Partido Liberal Fusionista. Una vez logrado un único Partido Liberal, capaz de seguir a Sagasta, la estabilidad del régimen de la Restauración estaba asegurada. Fuera de estos partidos quedaban aquellos que no reconocían a la monarquía encabezada por Alfonso XII: carlistas, republicanos, socialistas y anarquistas. A partir de 1881, se hizo realidad el turno de partidos, que de manera casi matemática se alternaron hasta el fin del siglo. Cánovas regresó a la presidencia del gobierno el 18 de enero de 1884, tras dos gobiernos liberales, hasta el 27 de noviembre de 1885, dos días después de la muerte de Alfonso XII, fecha en la cual cedió el gobierno nuevamente a Sagasta tras el denominado Pacto de El Pardo. El turnismo daba estabilidad al régimen, pero a costa de un sistema electoral falseado. Los grupos caciquiles manipulaban las elecciones de acuerdo con los intereses del respectivo gobierno. La indiferencia de las masas favoreció el caciquismo. El problema cubano absorbió sus últimos años de gobierno, al cual había vuelto el 11 de diciembre de 1890 para ser sustituido el 11 de diciembre de 1892 de nuevo por Sagasta y regresar el 23 de marzo de 1895, el mismo año en que dio comienzo la definitiva guerra de la Independencia cubana. Valeriano Weyler, partidario de una política dura, sustituyó en 1896 a Martínez Campos como capitán general de Cuba, con la oposición de los liberales. Antes de que el conflicto cubano tuviera su desenlace, Cánovas murió asesinado el 8 de agosto de 1897 por el anarquista italiano Michele Angiolillo, en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa), donde descansaba del desempeño de la que sería su última presidencia del gobierno.