Revista Cultura y Ocio

Antonio Machado y las Moradas de santa Teresa: una “bendita ilusión”

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Antonio Machado y las Moradas de santa Teresa: una “bendita ilusión”El 26 de julio de 2025 se cumplen 150 años del nacimiento de Antonio Machado, poeta esencial de la conciencia española, caminante de la palabra, peregrino del alma. En esta fecha, queremos sumarnos al homenaje recuperando una lectura insólita y sugerente: la que ofrece Rodrigo Álvarez Molina en su artículo Santa Teresa y Antonio Machado, publicado en acceso abierto por Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica [n.º 5 (1983), pp. 243-256]. Este artículo recoge una conferencia pronunciada por el autor, aunque el tema ya lo había desarrollado en «Anoche cuando dormía: itinerario místico de Antonio Machado», Ínsula, nº 158, enero 1960, 33-62.

En su texto, Álvarez propone una atrevida y fecunda lectura espiritual del célebre poema de Machado Anoche cuando dormía, en clave teresiana. Su tesis —apoyada en análisis filológico y simbólico— es que el tríptico metafórico del poema (la fontana, la colmena, el sol) responde a la estructura tradicional de las tres vías místicas: la vía purgativa, iluminativa y unitiva. Y que el lenguaje de Las Moradas de Teresa está no solo presente como intertexto, sino como fermento hondo de la imaginería machadiana.

La fontana que mana “dentro de mi corazón” recuerda directamente, dice el autor, esa “fuente de vida” que habita en el centro del alma, como la describe santa Teresa en la Primera Morada. La colmena, trabajada con “las amarguras viejas”, alude a la transformación del sufrimiento en dulzura, un proceso espiritual que la Santa también narra con la imagen de las abejas que laboran en el conocimiento propio. El sol que arde y alumbra se identifica con el resplandor interior que da calor y luz a las obras del alma, otra imagen teresiana para expresar la acción de Dios dentro de la persona. Y, finalmente, la última estrofa —“soñé… que era Dios lo que tenía dentro de mi corazón”— es, en clave teresiana, el momento unitivo, el centro conquistado, la presencia directa.

Es importante matizar, como hace el propio autor, que no se trata de una experiencia mística en sentido estricto. Machado no escribe desde la fe ni desde la experiencia mística vivida, sino desde el deseo, desde la ensoñación de quien anhela una plenitud que no logra abrazar. Pero ahí reside, precisamente, la belleza del poema: en el modo en que traduce, a su lenguaje de hombre herido, el itinerario de los místicos, conservando su música y su hondura simbólica.

El sueño machadiano —¡bendita ilusión!— se convierte así en una “conversión a lo humano” del lenguaje de santa Teresa. No es la posesión, sino el anhelo; no la gracia, sino la nostalgia de ella. Y sin embargo, en ese deseo poético —“soñé que era Dios lo que tenía dentro de mi corazón”— hay una cercanía conmovedora con la Santa, cuya alma también se abría al amor divino desde la experiencia concreta y encarnada.

La lectura de Rodrigo Álvarez es una invitación a cruzar caminos que a menudo se consideran paralelos: el de la poesía contemporánea y el de la mística clásica, el de la razón crítica del 98 y el de la experiencia espiritual del siglo XVI. Machado, lector de Teresa, no pretende elevarse al cielo; pero tampoco se resigna a vivir sin sed de él. Por eso su palabra nos sigue tocando: porque brota de una fuente escondida que no ha dejado de manar.

Accede aquí al texto completo de Rodrigo Álvarez Molina, Santa Teresa y Antonio Machado


Volver a la Portada de Logo Paperblog