Deseo mucha suerte a Antonio Najarro, el nuevo director del Ballet Nacional. Es un coreógrafo brillante y contemporáneo, respeta la herencia de sus maestros y conoce bien la compañía, donde llegó a ser primer bailarín. Tiene la experiencia justa como para no ser considerado un «novato» y la juventud suficiente como para mantener intacto el entusiasmo. Quiere estimular y motivar a los bailarines, y dejará pasar untiempo, asegura, hasta tomar decisiones. Confío en que el despacho del paseo de la Chopera no le cambie... Y que pueda llevar a cabo sus objetivos.
Y quiero, también, reconocer el trabajo que ha desarrollado José Antonio (creo que debería haber estado en el anuncio del relevo, por mucho que éste le haya dolido). La disciplina, el rigor y la limpieza que muestran la compañía son sin duda reflejo de su manera de entender la danza y de su personalidad. En el haber de esta segunda etapa suya al frente del Ballet Nacional se puede destacar ese excepcional programa de Escuela Bolera; en el debe, ese prescindible «Corazón de piedra verde». Pero creo, sinceramente, que pesa mucho más lo positivo que lo negativo.