He aquí un superviviente del rock. "Antonio es una de nuestras leyendas verdaderas, heredero directo de los grandes", apunta su colega Santiago Auserón, quien por cierto cantaba anoche en Cádiz. Antonio Smash dispara ahora con "Balas de amor", la primera de sus tres entregas al más puro estilo de los epés de antaño. "Poquito a poco. Me lo tomo con paciencia y filosofía", apunta el legendario músico sevillano, quien recuerda con emoción los discos de cuatro canciones, dos por cada cara, que los Beatles, los Kinks o los Stones publicaban para regocijo de la afición. Aquel jovencísimo batería de la primera banda que se atrevió a fusionar flamenco y rock, Smash, año 68, sigue caminando sin perder el compás. "Atrás quedaron las prisas de la juventud, aunque en el fondo mantenemos el espíritu y el sentido". Y el corte de pelo psicodélico.
El músico, que en su nueva etapa canta y toca batería, guitarras, bajo y teclados, ha estampado su firma y dejado su influjo en ritmos, arreglos y melodías, en trabajos fundamentales: dos discos con Smash, incluyendo "El Garrotín"; el "14 de abril" de Goma; elepés de Granada, Lole y Manuel y el eterno Silvio, y las etapas cumbre de Kiko Veneno y Pata Negra, hasta el mismísimo "Blues de la frontera", entre otros álbumes históricos.
"Empecé a los dieciséis años, creo que Manolito Rodríguez lo hizo antes. Los compañeros eran como hermanos mayores, se acentuaba la edad, pero ahora, cuando volvemos a reunirnos, gente como Gualberto, que es como mi hermano mayor, insisto, me siguen llamando Antoñito, no hay manera", bromea, "y discutimos como si no hubiera pasado el tiempo". "En realidad nunca me retiré del ambiente, he tocado con todos, manteniendo la identidad, y trabajo como solista desde hace nueve años, desde "El jardín secreto" que produjo, precisamente, Santiago Auserón. "Me decidí por necesidad artística, tenía un montón de temas escritos y Santiago me animó a dar el paso, lo conocí en la gira con Kiko Veneno, sacábamos la guitarras y cantábamos en el hotel para divertirnos. Fue Santiago quien me alentó a cantar en español, antes cantaba todo el mundo en inglés, en esa época tan fantástica".
Reconoce Antonio la huella sonora de la Base de Rota en la música andaluza. "Aquí se escuchaban los discos extranjeros antes que en Madrid y Cataluña". Y rulaban los instrumentos y equipos de sonido. El músico sevillano evoca las noches del Club Don Gonzalo de Sevilla, las emisiones de Joaquín Salvador, el ambiente en Cádiz y Málaga. "Escuchamos el primer disco de Pink Floyd, con Syd Barret, antes de que llegase a las tiendas, y nos cautivaron Frank Zappa, Jeff Beck, Ron Wood o Rod Stewart".
"Los rockeros estamos acostumbrados a luchar contra las adversidades", subraya, no sin antes relativizar: "Si todos estuvieran en el lugar que quisieran, sería aburrido, estamos acostumbrados a que haya 'un por saco', algo que lo desarregle todo, el espíritu del rock nace de la rebeldía y sigue teniendo sentido, y existen muchísimas razones para la rebeldía. Supongo que pervive esa actitud crítica ante la sociedad, pues vivimos los mismos problemas aunque camuflados y revestidos de la misma hipocresía. Son tiempos de confusión. Antes quedaban más patentes las diferencias de actitudes. El sistema lo absorbe todo, trata de restarle interés, los chavales acuden a lo que hay. Todo controlado. Cuando alguien saca los pies del plato, por propia iniciativa y mostrando sinceridad con lo que pasa, si no conviene ... sucedió siempre. Llega un momento en que me pierdo y me remito a caminar, a cuidar el entorno y a ser coherente".
"No me considero un superviviente, ni creo que este disco signifique mi retorno", interpela Antonio Samuel Rodríguez. "Siempre hemos estado ahí. A veces te ignoran, pero sigues ahí. No he parado de tocar, aunque he evitado estar por dinero, he gozado de experiencias enormes con grandes músicos". Los menciona, antes de suspirar: "El arte es una profesión de riesgo, estimulante pero peligrosa, es un lujo estar vivo y poder dedicarte a lo que te gusta. Miro hacia atrás y me considero un hombre con suerte, tengo la cabeza más o menos bien", bromea de nuevo, "y cantamos para que se nos escuche y llegar a la gente que tiene que llegar". Antonio trabaja ahora en tres formatos: banda eléctrica, trío acústico y acústico con chello y viola. Su mujer Lourdes canta de categoría, Antonio lo toca todo y se encuentra satisfecho con la banda, con la que se presentará en Cádiz el 24 de septiembre en la sala W, un día antes que Cai. Antonio recuerda, a lo largo de la conversación, los tiempos remotos, los festivales, los problemas de sonido que generaban equipos (sin monitores) de eficacia insospechada, la noche que telonearon a Family, la época en que el blues-rock representaba la vanguardia y el flamenco se dejaba querer. Antoñito tocó con todos, aprendió a vivir, y ahora dispara con balas de amor, como el llanero solitario, y juega al tres por cuatro. Espera editar la segunda parte a principios de año y quizá antes del verano del Once completar la trilogía con la tercera entrega o un álbum completo. "Internet ofrece unas posibilidades y una libertad que no concedían antes las compañías de discos". Y brinda tardes de ensueño a través de youtubes y spotifys, "ahí está todo lo que los chavales de entonces imagínabamos". Agosto, Cultura, Diario de Cádiz