Antropología Jurídica (XIX): Estudio comparativo del derecho entre la obra de Malinowski y la de A. González (IV)

Por Llunapruna
Anteriormente, se ha hablado de poder, regulación... Sobre esto, González hace referencia en diversas ocasiones, en relación a la brujería, el tema que trata. Dice que en el marco de unas relaciones igualitarias, el especialista necesita el consenso del grupo para designar el culpable. El brujo será el que atenta contra el grupo y, a veces, el que abusa de la autoridad que se le ha reconocido; y ya que es poca la diferencia entre poder místico y poder político, y el adivino es un hombre de poder, con frecuencia hechicero también, a veces terapeuta, el brujo puede ser el adivino. Así, sin hacer referencia a las relaciones de poder, es difícil entender la naturaleza del poder del adivino, la naturaleza de la maldad del brujo. El adivino de las sociedades jerarquizadas tiene menos de brujo y más de funcionario. Y el brujo de estas sociedades tiene menos poder; de hecho, los que tiene poder están excluidos como sospechosos. Y porque no todos los sospechosos tienen que someterse a la ordalía, es el oráculo del jefe quien decide, puede tener más de rebelde. Cuando los jefes utilizan los oráculos y las ordalías como instrumentos de su justicia, los utilizan como soporte del su poder. Entre los azande (Sudán), los príncipes locales que se enfrentan a las autoridades coloniales, criados que discuten en la cocina, mujeres que no comparten la cerveza, vecinos que se disputan un cargo, niños que roban mazorcas, adúlteros, mujeres que labran campos contiguos, mujeres desobedientes e infieles; estos son los brujos y las personas que de serlo les acusan. Disputar por un cargo o per tierras contiguas, competir por el favor de alguien, ser desobedecido por la esposa, no compartir comida; estas son las desgracias. Para prevenirlas, actúan las creencias en brujería como un sistema de control social. Así, ser buen vecino, generoso, amable, esposo fiel, es la manera de evitar tanto las acusaciones de brujería como las acciones de los brujos. Por otro lado, tenemos la aportación de Marwick, que estudia los cewa del norte de Rhodesia; desarrolla una hipótesis relativa a las acusaciones de brujería como indicadores de las tensiones sociales; estas acusaciones, como ejemplos de conflicto social, tienen la función de formular tensiones de manera que permitan la ruptura de las relaciones personales estrechas que no pueden ser canceladas y que no se pueden seguir manteniendo porque son insoportables. El autor diferencia entre "brujo diurno", que mata por malicia, y "brujo nocturno", que le mueve el deseo de carne. Douglas habla de dos puntos principales dentro de las creencias: caso de que el brujo sea una persona externa al grupo, y caso en que es enemigo interior. El primer caso lo relaciona con las comunidades simples y pequeñas, donde la acusación de brujería sirve para redefinir los límites de la comunidad y reforzar su cohesión interna. El segundo caso es propio de comunidades más complejas, a veces divididas en facciones donde el brujo puede ser alguien de una facción rival, un desviacionista peligroso o alguien con contactos externos, es decir, un traidor; la función aquí puede ser redefinir los límites de las facciones, redistribuir la jerarquía interna y controlar la desviación.