Anuncian caminos que no existen

Por Monpalentina @FFroi

Durante los últimos días he vivido obsesionado por llevar los artículos que se han venido publicando en esta sección a la página Web, cuya dirección insertaré periódicamente, por si alguno de ustedes está interesado en visitarla y repasar conmigo algunas de las historias que a mí me motivaron. Para incorporarme de nuevo, o regresar, aunque nunca me fuí del todo, aprovecho la línea que me tiende mi director y amigo Mariano Valero. Pero antes de opinar al respecto sobre la constante amenaza de pasarse a otra provincia, o a otra Comunidad, al ver las pocas garantías y beneplácitos que ofrece la nuestra, quisiera hacer una observación sobre un fenómeno curioso aplazando para otro momento el debate al que aludo. Todos los años, aprovechando las vacaciones de agosto, regreso al hogar, a la montaña palentina. Allí siguen existiendo fuertes lazos de amistad que me devuelven a otro tiempo, aunque he de reconocer que cada día salgo menos, dedicando muchas horas a leer y escribir. No obstante, el año pasado, prometí hacer un esfuerzo y llevar "de merienda" -como suele decirse- a mi familia. La excursión al Roblón de Estalaya estuvo bien. La travesía por el Valle de Pineda hasta llegar a la base del Curavacas fue un éxito. Yo no sé lo que ven los demás, ni por qué van a verlo. Yo voy porque se remueven en mi interior historias de otro tiempo, incluso de aquellas que hablan de un peligro de muerte cuando fuí arrastrado unos cientos de metros por un caballo de casa que encontramos en el valle después de un largo y duro invierno. Y recuerdo sobre todo el sabor de la carne que asaban los pastores de Cortes para celebrar el final del verano. Más allá, con la solemnidad y el esplendor que le caracteriza, asoma el Curavacas, que mira a otros puertos, comunicados todos por unos caminos que, lógicamente, ha maleado el tiempo y la distancia. Pero fue a raiz de la excursión a Fuente Cobre donde empezaron mis problemas. Fuimos bien mientras hubo camino, mas el camino se volvió sendero y el sendero se llenó de espinas y matorros, y barro, y precipicios... Tenía yo ilusión de enseñar a mis tres hijas el nacimiento del Pisuerga, pero el sendero se cerró del todo y el hallazgo de la cueva fue una especie de castigo porque quedaba el suplicio del regreso. En la misma dirección encontramos a un grupo de muchachos que se habían perdido, o habían cogido el camino equivocado. Más adelante, otro pequeño grupo había desistido y optaba por comer la merienda a la orilla del río, antes de volver sobre sus pasos sin haber alcanzado su objetivo. Un poco más arriba, otro matrimonio, que parecía muy puesto en temas de caminos, hizo alusión a los efectos nocivos que un camino en buenas condiciones traería a los pueblos, justificando el estado del nuestro. La diatriba permanente entre administrador y administrado: que se cambie el camino, pero que no se corte la circulación para cambiarIo; que se arrregle, pero que no se arregle mucho; que venga el turismo, pero que venga poco a poco; que todo siga igual, pero que cambie ... Quiero decir con esto que se está hablando ahora mismo de rutas que no lo son, porque no están habilitadas; que se está invitando a la gente a visitar unos lugares cerrados, no sé si para bien o para mal, no sabemos si por ignorancia de los promotores o por capricho de los pueblos. Pero una cosa sí está clara, si abrimos las puertas al turismo, debemos abrir los caminos, adecentarlos, pidiendo respeto y respetando lo que a ambos lados se nos muestra. Yo creo que nadie tiene la llave de la tierra, que la tierra es de todos y todos deben tener ocasión de admirarla. De la indignación que me produjo el hecho de encontrar destartalados los chozos que se encuentran en las escaleras del Curavacas, a la impotencia de hallarme en un camino sin apenas señales, más allá de Redondo, uno de los muchos caminos que nuestra Junta anuncia en los medios de comunicación. Tal vez esa falta de atención esté motivada por uno de esos abandonos que en otros lugares hubieran supuesto ya a estas alturas una explicación, o una renuncia, o un cambio de algo o de alguien.
De la sección "La madeja"