Por lo común, no suelen encontarse en la vida real, salvo quizás en las esferas políticas, donde abundan los meritorios (tentados por lo epigonal) y los que mueren de éxito (y por consiguiente exprimen al máximo el clisé forjado hasta desvirtuarlo y volverlo puro artificio: manierismo).
Y sin embargo...
estoy comprobando que tales prácticas se han trasladado al fútbol. Al menos la primera de ellas.
Qué horror comprobar cómo proliferan tantos merenguitos y peporros de medio pelo al jugar contra el Barça. Ya lo he venido advirtiendo toda esta temporada, pero me ha dolido especialmente ver al Gijón alinearse en ese grupo. Siempre hubo cierta fraternidad entre ambos equipos.
Nostalgia de Preciado; aborrecimiento de Clemente (al que sólo he soportado en los legendarios guiñoles del Canal+).
Prácticamente había resuelto desentenderme de todo cuanto rodea la Liga española (llevaba varias jornadas sin atenderla, pero pensaba que con el Sporting... ¡ilusa!)
Por ello (y completamente al margen del resultado) he disfrutado del partido de la Copa de Europa (detesto llamarla Champions League: bastante amenazada está Europa como para borrar su nombre) entre el Bayer y el Barça.
¡Sólo dos tarjetas amarillas en todo el partido! (si no me falla la memoria). Corrección absoluta, respeto a las reglas del juego y a las personas que lo practican, etcétera.... De modoque por esta otra parte, alivio, apacibilidad...
Es de desear que el sorteo de cuartos... ¡ejem!, ¡ejem!
martes 14 de febrero de 2012