Se juzga a un político catalán nacionalista por publicar la fotografía anterior, en la que se propone apadrinar a un chiquillo extremaño porque el porcentaje de producto interior bruto catalán que interpreta expoliado a su comunidad, no es suficiente para los cacereños. Se empeñan los dirigentes de medio pelo en obrar a espaldas del pueblo que los ha votado, gastando las monsergas de la independencia por sentirse mejores, que no diferentes, mientras los verdaderos problemas de la sociedad catalana, como el paro, la crisis económica y los dispendios absurdos en señas identitarias, como las embajadas ilegales y la subvención a elnguas autóctonas del Orinoco, se ocultan tras una muy bien dispuesta, cortina de humo. Cataluña, fuera del estado Español no es nada, ni siquiera una provincia balcánica, entre la miseria y la absurda defensa de la idiosincrasia aldeanista en un mundo cada vez más globalizado. Mientras tanto, los Pujol, los Mas y otros elementos de la caterva nacionalista, manejan cuentas suizas millonarias y educan a sus vástagos en inglés o alemán. Lo triste es que entre catalaens y alemanes solo queda la rima consonante de un pareado fácil.