Que sepamos, el déficit de la vivienda lo venimos arrastrando desde mediados del siglo pasado. En cada quinquenio cuartorrepublicano, ese era un tema electoral. Las neveras aquí subían cerro junto con las promesas de un techo pronto donde ubicarlas.
Las policías de antes no eran almas benditas ni tampoco estaban libres de culpa en robos, secuestros y asesinatos. Lo cuestionable, sin duda, es que siga siendo así. La culpa no es sólo del Gobierno, sino de una estructura social deformada y sustentada sobre un modo de vida que privilegia el consumo y la ostentación por encima de todas las cosas. Y vaya que ellos han colaborado con ese esquema de valores.
Estos parlamentarios nos avergonzaron cuando votaron en contra de una resolución que pretendía defender nuestra principal industria de una agresión norteamericana que amenazaba con sancionarla. Pobrecita la patria que tiene unos nacionales así. Ni siquiera para proteger la sagrada soberanía contamos con ellos.
Al contrario, en la primera oportunidad que tienen de presentarse ante un micrófono extranjero nos venden como si fuésemos un país de hampones. Han logrado su cometido: la imagen que de Venezuela se tiene en el exterior es la de una tierra en caos, con una economía y una sociedad en picada. Cuanto peor hablan los comentaristas de noticias, más contentos se ponen ellos. Qué papelito tan patético. ¿Dormirán bien?.
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