Este fin de semana, a través de un grupo de humor en Facebook se denunció que había un Ferrari F12 estacionado en una plaza de minusválidos que pertenece a Javier Martínez, empleado de Hawkers. El joven aseguró en el mismo foro que aparca de ese modo para que no le rallen la puerta de su vehículo. La polémica surgida en torno al comentario ha salpicado a la marca de gafas, que asegura que se trata de un comentario “idiota e inmaduro”, pero insiste en que se trata de declaraciones a título personal que no representan a la empresa.
El dinero fácil fue siempre mala compañía, especialmente en estas nuevas generaciones que no conocieron la cultura del sacrificio y del esfuerzo, accediendo un poco desde la puerta trasera a los placeres de la vida, que no son necesariamente carnales. Los Ferrari son automóviles incómodos, pero denotan lujo y poder, binomio altamente adictivo para todo el mundo, más para los débiles mentales que asocian el éxito a lo estrictamente material. Este Pumarino encuentra más placer en disfrutar una accesible copa de cava en la tranquilidad al fin de una jornada, que un deportivo de lujo caído del cielo y simplemente por sentir que uno se la ha ganado, sin más, sin trampas, sin pelotazos, tráfico de influencias o mercadeo de las “punto com”. Además la grosería, la prepotencia que supone utilizar una plaza especial para que no se raye una puerta, es el termómetro que arroja la catadura moral de quien lo hace. Puede tener grandes conocimientos técnicos, de diseño de gafas, de ordenadores o de ventas on-line. Pero, desde luego, es un cretino, y eso no es un insulto, es un diagnóstico.