(Foto: Enrique F. Rojo, 2014)
Como es habitual por estas fechas, es normal que haga alguna mención a la bicicleta y a su uso en la ciudad, el uso urbano de la bici. Al margen de su aspecto deportivo, mi interés se centra en su potencial como vehículo para desplazarse por la ciudad. Función que es importante reivindicar y que, bien por moda, “esnobismo”, necesidad o convicción, cada día parece estar más interiorizada en la vida cotidiana de los madrileños. Circunstancia que se dispara con el tiempo estable, el calor, los días soleados y la cercanía del verano.
Para mí la bicicleta es un vehículo útil y necesario para desplazarme por la ciudad. En los últimos cinco años el panorama ha cambiado como de la noche al día. Afortunadamente, pués ganamos todos. El problema es que cambios tan rápidos no son mentalmente asumibles con lo previsto, ni aún con lo observado. Así, los conductores no estamos preparados para asimilar nuevos patrones de conducta, como que hay que compartir la calzada con tanta bicicleta, aunque las veamos a diario pero nos resulten invasivas. Las vemos sin darle mucha importancia y lo consideramos como algo anecdótico y puntual. Y un día, sin darnos cuenta, vemos que hay muchísimas bicicletas atravesando las calles de Madrid. Y no estamos preparados para reaccionar ante las acciones desconocidas e imprevistas de las bicicletas y, al mismo tiempo, los ciclistas neófitos -que son la mayoría, ante tal “boom”- tampoco están a la altura de las circunstancias en una ciudad como Madrid, especialmente complicada para desplazarse en bicicleta, con conductores poco habituados a las características de la bici y sin saber cómo reaccionar ante las situaciones de conflicto que se pueden producir. Ademas, es fácil descubrir que hay poco respeto o comprensión por ambas partes. Poca “cultura de bici urbana“, lo que es normal, pues el fenómeno es nuevo.
Si partimos de la idea de que el ciclista es probable que también sea automovilista, el problema se convierte en una cuestión de ambivalencias. Y el comportamiento puede ser de una especie de esquizofrenia funcional no patológica, de modo que nadie acusará el conflicto social real que se genera entre ciclistas y automovilistas, especialmente sabiendo que los términos se invierten de manera constante entre ciclistas y automovilistas. La diferencia viene definida por el vehículo y el talante mostrado en cada situación. Por otro lado están aquellos que no toleran las bicicletas porque son molestas en el tráfico y además son incapaces de empatizar, por su distancia con la idea de su uso normalizado
En fin, el tema es complejo y debería ser objeto de algún debate político de mayor calado, más allá de los meramente normativos que ahora mismo genera.
“Aparcabicis” urbanos
Todo este largo preámbulo para introducir una brevísima nota acerca del escaso valor que algunos ciudadanos dan a la bici. Parece que todos estamos mentalizados y asumimos las ordenanzas municipales de tráfico y, en caso de sanción asumimos el pago. Cuando un coche aparca encima de la acera, pisa un vado, se planta en doble fila o invade una plaza de residentes o de minusválidos todos entendemos que se sancione.
Aparcabicis urbanos, modelos habituales en todas las Comunidades de España, en este caso en Murcia. (Foto: La Informacion.com)
Pero, ¿Qué pasa cuando las escasísimas plazas exclusivas para las bicicletas son invadidas por otros vehículos? Parece que nada. Los madrileños hemos visto como el Ayuntamiento, tímidamente, ha ido instalando en el último lustro elementos útiles para aparcar y asegurar las bicis y evitar que las roben. También como los “aparcabicis” desaparecen por robo y no se reponen.
En la foto-denuncia que encabeza la entrada y que es objeto de este artículo del blog, se ve claramente que los propietarios de las motos “ignoran” las normas municipales, o las desconocen.
Según el artículo 62 de la Ordenanza de Movilidad para la ciudad de Madrid, en Acuerdo del Pleno, de 30 de noviembre de 2010, publicado en el BOCM 16 de diciembre de 2010, “los vehículos de dos ruedas, ya sean motocicletas, ciclomotores o bicicletas, estacionarán en los espacios específicamente reservados al efecto. En el supuesto de que no los hubiera, siempre que esté permitido el estacionamiento, podrán estacionar en la calzada junto a la acera en forma oblicua a la misma y ocupando una anchura máxima de 2 metros, de forma que no se impida el acceso a otros vehículos o el paso desde la acera a la calzada“.
La Ordenanza añade la prohibición del estacionamiento de motocicletas y ciclomotores en lugares destinados a bicicletas y viceversa.
Parece que por ley las bicicletas gozan de una regulación clara, compartida con las motos y que especifica el espacio destinado a cada vehículo. En la foto-denuncia que encabeza la entrada y que es objeto de este artículo del blog, se ve claramente que los propietarios de las motos “ignoran” las normas municipales, o las desconocen. Lo que no les exime de su cumplimiento. En cualquier caso, el desprecio hacia los usuarios de las bicis es flagrante y, tal vez, debería ponerse más atención en estos asuntos, en lugar de plantear hasta el aburrimiento debates improductivos como por ejemplo el de, por seguridad, “casco si- casco no”.