Aparece un perro decapitado en San Miguel de Tabagón

Por Felixyloslobos
No hay palabras para escupir tanta rabia. No hay palabras para describir tanto dolor... La noche del pasado domingo recibí vía WhatsApp unos mensajes verdaderamente terribles. Mi amigo César me informaba de que, esa misma mañana, él y varios compañeros más amigos comunes habían hallado el cuerpo decapitado de un perro en la parroquia de San Miguel de Tabagón (O Rosal) cerca del campo de fútbol de A Canosa.
Su voz al otro lado del teléfono sonaba apagada, triste, carente del brillo que la caracteriza. No era para menos. Me costaba creer lo que estaba leyendo y escuchando...
A la mañana siguiente, ayer, madrugué para intentar localizarlo. Mentalmente, iba repasando las indicaciones que había recibido: "En la pista de tierra, hacia la izquierda, junto a unos árboles"... Allí estaba. A unos 15 metros de mi. No fue difícil encontrarlo. El autor o autores de los hechos no se habían preocupado demasiado de ocultar los restos de cadáver.

Estado en el que fue encontrado el animal. //El Naturalista Cojo


Impactado por aquella primera visión, decidí acercarme muy despacio. Pronto empecé a percibir un fuerte y desagradable olor a putrefacción. Una nube de moscar verdes y azules revoloteaban alrededor de los despojos. La imagen era dantesca. Los cortes limpios, casi quirúrgicos, producidos inequívocamente por alguna herramienta cortante. No sólo la cabeza había sido cercenada. También las extremidades... Jirones secos de piel y pelo desprendidos del lomo y las patas me llevaron a sospechar que la pobre criatura había podido ser arrastrada a lo largo de varios metros. Lo único seguro es que no se trataba de una muerte reciente.
Todavía dolido por todo lo que había visto, no pude evitar reflexionar sobre algunas cuestiones. ¿Qué pasa  por la cabeza de una persona para llevar a cabo semejante atrocidad? ¿Qué clase de monstruo puede hacer algo así? ¿Qué gana con ello? Son cada vez más numerosos los estudios que vinculan maltrato animal y violencia social. Si alguien es capaz de hacer daño a un perro o un gato, ¿estamos seguros de que no se atreverá a hacer lo mismo con sus semejantes? De la misma forma que se persiguen los crímenes machistas o los abusos sexuales a menores; del mismo modo que se aparta de la sociedad a quien comete ese tipo de delitos, ¿porqué tanta permisividad y "mano blanda" cuando las víctimas son animales?
El caso ya está en manos del Seprona de la Guardia Civil. Sólo nos queda esperar que todo el peso de la justicia caiga sobre los culpables.