“Apegos Feroces” de Vivian Gornick

Publicado el 22 septiembre 2017 por Rt
La narradora del Bronx reflexiona en esta novela sobre la delicada relación entre una madre y su hija 
La relación entre una madre y una hija siempre es tensa, por buena que sea. Si a esto le sumanos un duelo que se convierte en una fuerza desoladora que lo machaca toda y a causa del cual esta madre se olvida del resto de familia, la situación todavía se vuelve peor.Apegos Feroces(Editorial Sexto Piso) nos cuenta en forma de memorias, la vida de la narradora en el neoyorkino barrio del Bronx, en una casa donde la intimidad casi no existe y las vecinas se convierten en amigas. Allí crece y se convierte en una mujer, influenciada por los dos pilares femeninos de su existencia: su madre y Nettie, una vecina viuda que rezuma sensualidad y que todos los hombres adora. Ella se sabe querida y trata de sacar provecho de ello.
Pero la figura de la madre es otro cantar. De herencia judía, intenta educar a su hija lo mejor que puede, a pesar de tener que trabajar y poder dedicarla poco tiempo. Sin embargo, la muerte del padre la sume en un duelo feroz y solipsista, en el que sólo existen ella y su inmenso dolor. Esto deja fuera a sus hijos y por supuesto, a sus vecinas y familia.
¿Cómo se crece con la figura de la madre ausente? Vivian Gornick no sabe responder a esta pregunta. La protagonista pierde a su padre y tiene que elaborar su propio duelo, además de sufrir la ausencia de su madre en plena adolescencia. Su madre sólo estará presente como figura negativa y castradora, que dinamita todo lo que hace su hija. La enemistad entre su madre y la antigua vecina y amiga, Nettie, sus confrontaciones en los temas sexuales y amorosos, también marcarán las vivencias de la protagonista.
¿Culpa Vivian a su madre de su desastrosa carrera con los hombres o de haber llevado una vida mediocre? Tal vez, pero no lo dice abiertamente. La figura de la madre oscura, siempre deprimida, tumbada en el sofá y mirando al vacío. La tristeza asfixiante, que todo lo envuelve, que aísla a la familia en lugar de unirla. El duelo mal elaborado de la hija por su padre y la necesidad de encontrar una figura que cumpla el rol del padre ausente son factores que tendrán un peso decisivo en el desarrollo de la protagonista, quien llega a afirmar en un momento decisivo del libro que ninguno de sus dos hijos bastaron para alegrar la vida de su madre, quien siempre se debatió en la tristeza y el vacío.
A lo largo de sus paseos por la ciudad de Nueva York, ambas mujeres recuerdan el pasado y desgranan sus historias, corrigiéndose, añadiendo detalles y echándose en cara todo aquello que no se dijeron entonces. Un libro sincero y honesto, cuya lectura duele, pero es necesaria y que nos recuerda que lo único a lo que podemos aspirar es que algún día nuestros hijos nos perdonen.